Ayer, a lo largo del día y mientras se preparaba la edición del periódico de hoy, escuchaba potentes reflexiones sobre lo que suponía padecer un cáncer de mama. Ponerse en el lugar del otro es una filosofía de vida que se queda muy corta cuando se trata de averiguar los límites del dolor, la angustia o el miedo de quienes padecen una enfermedad física o un trastorno psicológico, así que lo único que nos queda para alcanzar a comprender esa experiencia ajena a nosotros es dejar que los testimonios que otros narran, y que tú, bajo un historial médico limpio, permitas que causen un efecto emocional de empatía en ti. Entender como una madre que padece cáncer atesora cada segundo que invierte en ir de compras con sus hijos parece fácil, pero no; alargar los paseos al colegio por tener más tiempo cogidas las manos de los pequeños parece fácil de comprender, pero no. Uno no llega a entender qué es tener la muerte por dentro hasta que no lo experimenta.

En las siguientes páginas van a leer esos duros testimonios de mujeres, y también hombres, que un día recibieron la peor de las noticias y que de alguna forma consiguieron sobreponerse al golpe inicial, al miedo, a la angustia, al dolor, y plantaron cara, y sobrevivieron. Tania Herrero, la mujer que hoy ocupa la portada, un día le enseñará a su hijo lo que se atrevió a hacer, y no es a mostrar desnuda las huellas corporales de una enfermedad, sino a poner esa media sonrisa, beligerante contra un cáncer, y esa mirada altiva, desafiante, llena de energía. Es la mirada de alguien que un día bailó con la muerte.