La realidad está llena de paradojas y las cuotas femeninas son un ejemplo de ello: existen para conseguir que dejen de existir. Estas cuotas, cuya finalidad es que haya un mejor reparto de los lugares de representación pública y privada, surgen para favorecer el acceso de grupos como el de las mujeres, históricamente discriminados, a dichos espacios visibles. Se trata de la presencia más equitativa de las mismas en los consejos de administración, jurados, cargos universitarios, listas de partidos políticos, y así, en infinidad de lugares de toma de decisiones en los que, de no estar las mujeres representadas, se producirían claros ejemplos de desigualdad de oportunidades entre los sexos.

Han pasado tres décadas en nuestro país desde que empezaron a reclamarse las políticas de cuotas y asistimos, con estupefacción, a la realidad de que esa paradoja, esa existencia de la discriminación positiva, necesaria para que pueda algún día dejar de serlo, no ha dado los frutos deseados y, todavía hoy, se requieren esfuerzos considerables para conseguir que surja de manera espontánea sin tener que aplicarla por imperativo.

Así ha sucedido a raíz de la difusión del primer cartel del II Congreso Capital del Columnismo, que se celebra los días 18, 19 y 20 de octubre en León, en el que no se nombraba a una sola mujer, como si en España no hubiera mujeres periodistas. Después de numerosas críticas se ha elaborado un nuevo cartel en el que sí aparecen cinco mujeres: Lucía Méndez, Edurne Uriarte, Karmentxu Marín, Cristina de la Hoz y Elsa González.