¿Hemos llegado al final del camino? ¿Era este el clímax emocional prometido? ¿Va a quedar todo en un cruce epistolar de prosa rebuscada y pomposa? De lo único que podíamos estar seguros hace unos meses, en las horas previas a la carrera definitiva, era de la derrota final del independentismo, aunque la forma concreta de esa derrota era, y continúa siendo, incierta. Podría ser más digna, e incluso épica, pero cada historia tiene el final que se merece y esta, conociendo los antecedentes de sus protagonistas, con su capacidad para la simulación y el engaño, tenía que acabar necesariamente en esta ceremonia de la confusión. A los independentistas les ha pasado como a esos deportistas prepotentes que dan por ganado el partido antes de jugarlo. Dedicados a imaginar cómo se escribiría la historia se olvidaron del pequeño detalle de vivirla. Alguien lo ha llamado el ´glamour del acontecimiento´, una reacción anticipadamente nostálgica ante un presente que pasa aburrido y acelerado.

La historiadora británica Margaret MacMillan, autora de algunos de los mejores libros sobre los conflictos del siglo pasado, se preguntaba cuál sería la influencia que el carácter de las personas y sus emociones tienen en los sucesos históricos y si estos se desarrollarían de forma diferente con la introducción de un pequeño cambio en las fuerzas que los desencadenan. Para ella eran preguntas que no tienen una respuesta clara, pero son útiles porque nos ayudan a comprender la historia al recordarnos la importancia del azar y los accidentes. «Si al pasado le cambiamos demasiadas cosas, las versiones alternativas de la historia se van haciendo cada vez más implausibles. Y tampoco podemos esperar que ocurriera lo impensable, o siquiera lo improbable». Solo los ilusos y los soñadores, los que viven fuera de la realidad, hacen política esperando que ocurra lo improbable. Y nada hay más peligroso. Por eso la democracia, al reducir el margen del poder individual, con su lentitud, realismo y prudencia en la toma de decisiones, es el sistema que mejor nos protege del azar. Lo malo es que en determinados periodos ocurre lo impensable. En cuanto bajas la guardia los charlatanes han ocupado las tribunas con su chatarrería de sentimientos y utopías. Lo impensable se ha activado en algún lugar del mundo y la historia ha echado a rodar. Siempre es con pasos cortos y una mezcla de ridículo e insignificancia. Cuando venimos a darnos cuenta ya es tarde.