Hay poderes más o menos ocultos que están muy contentos con Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. No a título personal, sino por lo que representan acerca del espectáculo que estamos viviendo en los últimos meses. Gracias a todo lo que tiene que ver con el procés no se habla de lo que de verdad nos va a costar el rescate bancario a consecuencia de esa estafa financiera, a la que llaman crisis, que hemos vivido. El Banco de España puso recientemente las cifras sobre la mesa y sus cuentas son muy diferentes a las que afirmaba el ministro Luis de Guindos, cuando aseguraba que el contribuyente no tendría que poner ni un euro: el Estado perderá finalmente 60.600 millones de euros, el 80% de los 77.000 millones inyectados.

¿Cuánto son 60.600 millones? Sirva como comparativa que esta cuantía sería suficiente para volver a llenar la 'hucha de las pensiones' que se ha vaciado durante la crisis, hasta el punto de superar el máximo histórico de ahorro que se alcanzó en el año 2011.

Tampoco se habla de la reforma de las pensiones, que ha movilizado a decenas de miles de pensionistas en los últimos días, pero cuyas protestas apenas han tenido un hueco en los informativos de radio y televisión o programas especiales como los que han contado con sesudos analistas del procés. Con la reforma que impulso el PP en 2013 la cuantía de la pensión pasará en tres décadas del 80% del último salario cobrado al 48. Esa reforma ha permitido que las pensiones pierdan ya un 6% de poder adquisitivo, que se elevará hasta un 30 en los próximos diez o quince años. Una reforma unilateral que hay que derogar, como también debe derogarse la reforma laboral del PP, que hace posible unos salarios de miseria que repercuten negativamente en el importe de las pensiones.

No se habla de la precariedad laboral, que solo en algunas de las situaciones se enfrentan más de 1,2 millones de personas. Una campaña de CC OO identifica los diez nuevos sectores con los empleos más vulnerables: consultor de TIC e informático, profesionales de la hostelería en establecimientos de comida rápida, repartidores a domicilio, dependientes, promotores de productos y reponedores de supermercado, vigilantes de seguridad, trabajadoras del hogar, auxiliares de servicios y auxiliares a la dependencia.

La precariedad se ensaña especialmente con la gente joven y las mujeres. Ellas son las titulares del 72% de los contratos parciales que se firman. No por decisión propia, sino por la imposibilidad de encontrar otro con mayor jornada. La temporalidad y discontinuidad también afectan más a las mujeres. El 80% de las trabajadoras sufren estas alteraciones. Ya Bruselas advertía el pasado julio del peligro de que los jóvenes precarios hoy se convirtiesen en pensionistas pobres. Esto se debe a que los trabajadores de la llamada 'generación del euro' soportan más temporalidad, peores salarios y cotizaciones más bajas.

Pero mientras que podamos seguir hablando de otros asuntos que afectan más duramente a la vida de la gente, siempre nos quedará Josep Borrell como la voz autorizada de quien puede devolverle a la sinrazón nacionalista ese poco de cordura que apela a la solidaridad, el europeísmo y el sentido de comunidad.