Por circunstancias diversas esta columna es la que inaugura el segundo centenario de las que publico en este diario, tanto en cuanto que la dirección me lo siga permitiendo. Ésta es la 101 y la casualidad ha querido que se la dedique a una perrita que ha compartido conmigo y mi familiaonce años de mi vida. Nube era su nombre, de raza cocker spaniel inglés.

Las personas de a pie, la fiel infantería que cada día tiene que buscarse la vida, tenemos que atender otras cuestiones, además de soportar el tantarantán de media docena de sinsentidos que tienen alterada la tranquilidad nacional.

Comenzaré diciendo que no soy partidario, junto con mi mujer, de tener perros en un piso. Sobre todo, ciertas razas. En un chalé o casa de campo, es otra cosa. Se preguntarán: entonces ¿por qué la tenía? Les cuento. La mayoría de las cosas ocurren de forma imprevista y sin haberlas preparado, eso sucedió con Nube. Apenas tenía tres meses en diciembre de 2006, mi hijo llegó a casa con ella y me pidió que nos la quedáramos, tanto en cuanto que él se acomodaba en otra ciudad por motivos de trabajo, entre otras razones. Para nosotros era la primera vez que un perrillo entraba en casa? no paraba de moverse, saltaba por sofá y sillones, era pura vitalidad. El tiempo pasaba y nadie aparecía por casa para llevársela. Comenzamos, en vista de que la estancia iba para largo, a educarla. Hablamos con su veterinario, Miguel Ángel Casaú Valverde, sobre el temperamento de esta raza; nunca podré agradecerle todo lo que ha hecho por ella a lo largo de estos once años. Aprendí y así lo he comprobado que son animales fáciles de entrenar, juguetones, cariñosos, fieles, callados y amigables.

No hubo problemas para que aprendiese cuál era su lugar en casa, en todos los sentidos, donde tenía su comida y agua. Costó un poco que aprendiera que sus necesidades fisiológicas tenía que hacerla en las tres salidas que cada día le correspondían (mañana temprano, medio día y noche), la mayoría de ellas acompañada por mí. Muy cariñosa, tremendamente mimosa? formamos un buen dúo. Cuando yo llegaba a casa se pegaba a mí y se movía a mi ritmo; si me sentaba en mi despacho a trabajar y estaba cuatro o cinco horas, otras tantas estaba conmigo echada en su gran cojín que tenía acondicionado cerca de mi mesa de trabajo. En todo este tiempo apenas la he oído ladrar, en casa nunca o casi nunca, sólo un breve ladrido cuando había fuegos artificiales.

Había vecinos que cuando me veían con ella se asombraban de que tuviese un perrillo porque comentaban que no lo oían ladrar. Puedo dar fe de que son amigables hasta decir basta. Solo tenías que acercarte a ella y comenzar a acariciarla, se daba la vuelta panza arriba y ya tenías una amiga para siempre. Normalmente salíamos a la calle antes de las ocho de la mañana. Se acercaba a la cama y me avisaba con un golpe de su pata; si no le hacía caso te acercaba el morro y te pegaba un lametón donde pillara.

Con ella he aprendido qué es realmente la fidelidad, la amistad, el estar juntos en momentos difíciles. Me ha hecho compañía, al llegar a casa era la primera en recibirme, junto a la puerta me esperaba siempre. Era amiga de los carteros y de los profesionales de mensajería que a diario van a casa.

El paso del tiempo es un verdugo que, queramos o no, va minando la vitalidad de todos los seres vivos. No iba a ser menos con mi querida Nube. Hace tiempo que el mal se fue alojando en ella, bultos varios inundaron su cuerpo (no se quejaba), la visión la fue abandonando hasta quedar prácticamente ciega, fui su lazarillo en sus últimos meses de vida. Sabía quién eras a través de su morro. Poco a poco disminuía su vitalidad hasta que llegó el peor día, miércoles 27 de septiembre. Grandes temblores la invadieron, hizo algo que no había hecho nunca, salir a la terraza de casa y echarse al suelo. Se levantaba con actitud perdida. Intenté calmarla con caricias y palabras, junto a mí se arropaba, apenas gemía ni se quejaba.

Llorando como un poseso, a las siete de la tarde la tomé en brazos y la conduje a su amigo, a su veterinario para que evaluara la situación? Siempre estarás con nosotros en nuestra memoria, Nube.