Un recorte de 20.000 millones en ciencia. Este es el déficit acumulado desde el año 2009 al 2017 por el sistema nacional de ciencia, según el último informe de la Confederación de Sociedades Científicas de España.

La COSCE, o lo que es lo mismo decir el conjunto de los científicos españoles, ha buceado en los datos oficiales de los Presupuestos Generales del Estado de los diferentes años y ha llegado a esa conclusión tan llamativa. Esa es la cifra, ni más ni menos: 20.000 millones de euros detraídos en este tiempo de la investigación. Durante el 2017 el aumento de los fondos públicos para ciencia está previsto en sólo un 1,3%, pero una subida tan pequeña quedará anulada por la inflación prevista, que será sin duda mayor.

Y esto es un error, un inmenso error. En plena época de incertidumbres económicas, de competitividad brutal entre países, de innovación y avances tecnológicos que generarán más y más ventajas a los países y las sociedades que los alcancen, dejar de invertir en ciencia es torpe, suicida e irresponsable.

Porque la ciencia es clave, no lo duden. La ciencia nos salvará y lo hará la Ciencia-Total, no exclusivamente lo que llaman la ciencia aplicada. Creo que actualmente estamos poniendo mucho el acento en que los científicos trasfieran rápidamente sus descubrimientos a resultados que nos aporten herramientas útiles para la vida, en lo que normalmente llaman innovación y desarrollo. Sin embargo no hay que olvidar que Marconi no inventó el telégrafo porque se propusiera inventar el telégrafo, sino porque tanto él como otros investigaron pacientemente durante décadas qué diablos son las ondas y cómo se trasmiten, casi por el gusto de saber cómo hacen las ondas esas cosas.

Por eso también hay que defender a ultranza la investigación más básica. Un descubrimiento, por ejemplo, en una nimiedad química de un gen tardará años en convertirse en un conocimiento útil que aflore la posibilidad de curación de alguna terrible enfermedad. Incluso podrá ocurrir que tal descubrimiento no arroje aparentemente ninguna utilidad práctica, pero lo que sí es posible es que dé paso a otro descubrimiento, y a otro más, o a un experimento de contraste, o a una nueva técnica investigadora, o a una nueva idea para que otro equipo científico enfoque el asunto desde mejor ángulo, o a tantas otras cosas que hacen que cada grano aportado por la ciencia vaya haciendo cada vez más grande la montaña de ingentes conocimientos que nos hacen la vida más llevadera.

De modo que si no hay inversión en ciencia quedaremos atrás en muchos campos no sólo del conocimiento sino del bienestar y del desarrollo. Con algo de dinero sobre la mesa la tendencia humana para generar conocimiento, sólo comparable con la escala de nuestra humilde comprensión de qué la realidad es tan compleja que del todo nunca podrá llegar a ser comprendida, será capaz que construir frecuentemente nuevas opciones para nuevos descubrimiento, para un renovado Eureka que salte hacia el aire desde un tubo de ensayo, un circuito informático o una modesta pizarra.