El otro día recordé el caso de Agustín Luengo, el Gigante de la Puebla, del que vi su esqueleto en el Museo Antropológico de Madrid. Este gigante, que llegó a medir 2,35 metros, ha sido el español más alto de todos los tiempos. Para subsistir, desde los doce años y durante muchas temporadas, se vio obligado a ser exhibido en un circo, como fenómeno humano. Un día recibió una insólita propuesta del dueño del museo madrileño, que finalmente aceptó: el mecenas le daría 2,5 pesetas cada día del resto de su vida a cambio de ser el dueño de su cadáver a su muerte. Aquella cifra de dinero, hoy irrisoria, le permitió abandonar el circo y vivir una vida ´normal´. Pero la alegría dura poco en la casa del pobre y Agustín Luengo murió a los 26 años de edad. De él queda su esqueleto en el Antropológico de Madrid.