En las últimas horas ha habido un instante en el que no sabía si estaba viendo imágenes en mi móvil que llegaban desde Barcelona o desde las vías de Santiago El Mayor. Fuego en contenedores; vallas que atraviesan la vía; individuos enajenados sin cordura, sedientos de violencia, impulsados hacía el lado oscuro, para quienes cualquier ocasión de crispación les viene como pintada. Quieren ser clones de quienes hacen lo mismo en Cataluña y no pertenecen al puñado de cincuenta mil vecinos que hace unos días apoyaban una manifestación pacífica por las calles de la ciudad. Son esquejes, impulsados y arropados por personajes que tienen otros intereses distantes del diálogo y cerca de la irracionalidad. Diálogo por el que aboga el Ejecutivo regional, tal y como expresaba su portavoz, Noelia Arroyo (vestida de verde), quien ayer hacía un llamamiento al sentido común, apuntando que «parar la obra es parar el soterramiento». «¡Basta ya!», exclamaba. A quienes va dirigido el mensaje llega, pero ellos no queman contenedores, ellos son nuestros vecinos de siempre, los que reivindican en paz. ¿Esperamos a que se agote el gas de lo mecheros o sacamos los tirachinas? ¡Cuánta rabia contenida!