No sé ustedes, pero yo últimamente cada mañana cuando me levanto lo hago con la sensación de que el mundo se ha convertido en una película y tengo la necesidad imperiosa de leer, ver u oír las noticias en Internet, televisión o radio, y lo hago casi con el mismo interés con el que deseo conocer el siguiente episodio de una serie de televisión. El domingo lo primero que hice al saltar de la cama fue poner la televisión para saber si había pasado algo grave en Cataluña tras la provocación de la Generalidad con ese falso referéndum instigado por un malo de serie B, como es Puigdemont. El lunes desde primera hora mi interés era conocer qué había pasado en Las Vegas tras la tragedia ocasionada por el malo, malísimo Stephen Paddock, que se había saldado al cierre de esta edición ya con 60 muertos y 530 heridos. En la narración de esa gran tragedia en la ciudad del juego mundial, el guión se agranda con la irrupción de otro de los ´actores´ que más películas ha protagonizado en los últimos años, el ´Estado Islámico´, que está intentando marcarse el tanto de tantas muertes vinculando al asesino con el islamismo radical. Los atentados de Barcelona de mediados de agosto me hicieron tener esa sensación de que la ficción y la realidad parecen mezcladas. Los cadáveres tirados en el suelo de las ramblas parecían irreales, aunque desgraciadamente eran de carne y hueso. Y lo que más me preocupa de que estemos viviendo en un mundo tan de Hollywood es que no consigo imaginar un final para ninguna de las tramas...