Todos tenemos nuestra ciudad de ensueño, el modelado de las calles ideales. No es necesario que nuestra ciudad sea aquella en la que nacimos, los vuelos del apetito sentimental son siderales, renacemos donde adoptamos una nueva visión de nuestras huellas. Aún así, nuestras ciudades se deletrean como nuestras en sus características y en sus bellezas. Componemos poemas de amor en pequeños entornos que han sido presencia de sentimientos, infantiles, juveniles o maduros. Las autoridades consistoriales que se ocupan de las ciudades al por menor son personas con una gran responsabilidad; de sus criterios y de saber leer lo ciudadano depende mucho el éxito ambiental de nuestra urbe.

Murcia dispone de un lugar magnífico, producto de una generosidad artística, un tanto descentrado del núcleo que podría corresponderle en la capital, pero lleno de encanto. Es el Parque Temático que quiso para su amada ciudad el escultor Antonio Campillo, equiparable en calidad a otras iniciativas parecidas de grandes capitales. No hay que perder nunca la perspectiva. Esta colección de escultura necesita mimo, caricia, cuidado, iluminación, jardinería y, sobre todo, promoción, orgullo de tenerla y poder enseñarla al viajero. El diseño del proyecto que lo hizo posible contempla estas necesidades absolutamente imprescindibles.

Guardamos las distancias pero no la espiritual ansiedad de la querencia, vemos a Bernini, en Roma; a Maillol, en la Toulleríes de París; añoramos el mimetismo que deseamos para el ´país nuestro de la escultura´, pan nuestro, si se quiere. Recuerdo aquí y ahora al luminoso murciano Fuentes y Ponte, que peleaba por el monumento a La Fama, a los ilustres murcianos.

Nuestros niños de pasado mañana mismo deberían saber deletrear los nombres de nuestros escultores: Planes, González Moreno o Campillo, por decir de aquellos que modelaron las maravillas de una o dos generaciones. Y saber buscarlos en los jardines de nuestra ciudad habitable, atentos al nuevo mármol de cualquier nueva plaza. Murcia debe encaminar al futuro también de la mano de nuestros artistas y la de Antonio Campillo, huertana donde las haya, está tendida y pidiendo atención para su obra. Es un requerimiento personal a la Concejalía murciana de Parques y Jardines.

Las ciudades ostentan en su trazado el paso del tiempo. Algo, alguna parcela, se ha quedado atrás en este asunto. Y este quedarse atrás reviste la consideración de monumental, digno de constituirse en permanencia, o es sencillamente algo que se ha desactualizado: que escapa a toda potencia de deseada habitabilidad y magnificencia de nuestro patrimonio.