Haciendo balance histórico, tradicionalmente, la base de la economía capitalista ha estado siempre sujeta a la inercia del incremento de los beneficios a costa de las condiciones salariales y laborales de los trabajadores. Y, desde el nacimiento de las sociedades industrializadas, bajo la influencia de los principios del liberalismo, se ha constatado la existencia de enormes desigualdades en la sociedad que han originado no pocos movimientos que tratan de corregirlas.

En los últimos años estamos asistiendo a una pérdida de derechos de los trabajadores, que fueron conquistados con grandes sacrificios. Salarios dignos, derecho de huelga, estabilidad en el empleo, freno al despido libre o reducción de la jornada laboral, se consiguieron por la fuerte presión ejercida en nuestro país por los trabajadores, cuya fuerza destacaba en toda Europa.

Porque durante todo este tiempo, la patronal ha exigido, y conseguido, las denominadas ´políticas de ajuste´, que han estado basadas en la flexibilidad del marco laboral, moderación salarial, tolerancia en la reducción de plantillas, despido libre y contratos temporales. Es decir, un plan de acción ajustado a sus intereses y en detrimento de los intereses de los trabajadores que, al parecer, son siempre quienes deben sufrir las consecuencias de la crisis económica, soportando la precariedad del empleo y la pérdida de derechos adquiridos, con el pretexto del mantenimiento de los puestos de trabajo.

Y así, hemos llegado hasta aquí, donde los representantes empresariales de nuestra Comunidad destacan la evolución favorable de la economía regional, y los sindicatos y algunas fuerzas políticas como el PSOE indican que, en todo caso, es a costa de los mismos de siempre, precarizando el mercado de trabajo, con salarios indignos, condiciones laborales abusivas en muchos casos, uso desmesurado de contratos temporales, abandono de los desempleados dejándolos sin protección y existencia de sectores de población muy vulnerables a la situación económica. Todo esto, en paralelo a la falta de interés por parte de las instituciones y de las empresas por la prevención de riesgos laborales que ha provocado un fuerte incremento de los accidentes de trabajo.

Muchas empresas ofrecen contratos indecentes para cubrir puestos de trabajo, con condiciones leoninas o de muy corta duración, a sabiendas de que los trabajadores van a aceptarlos sin que les quepa otra posibilidad porque son conscientes de que si no, otro ocupará su lugar, dada la emergencia de algunas familias. En definitiva, se trata de una lucha por la supervivencia porque, la única posibilidad de sacar adelante a la familia consiste en disponer de una fuente de ingresos que sólo se consigue, decentemente, mediante un puesto de trabajo.

Es en estas condiciones en las que se ha forjado una actitud conformista aceptando una situación de inseguridad laboral que hace imposible realizar planes de futuro a medio o largo plazo, lo que provoca una enorme inquietud entre las personas. Una actitud conformista que impide alzar la voz y reclamar condiciones justas por temor a perder cualquier mínima oportunidad laboral, por vergonzosa que sea.

Ante este panorama, al gobierno regional del Partido Popular le falta tiempo para convocar ruedas de prensa y lanzar mensajes engañosos de lo bien que va el empleo en nuestra región, jugando con las cifras pero sin mostrar el problema de fondo que se está generando que es enormemente preocupante.

A modo de ejemplo, en la última EPA correspondiente al segundo trimestre de este año, en el que tradicionalmente se producen un mayor número de contratos temporales debido a la campaña veraniega y el fuerte tirón del turismo, las cifras que se destacan en nuestra región para explicar la situación en la que se encuentra el mercado de trabajo resultan engañosas.

Según estos datos, a pesar de una cierta reducción del desempleo, aunque ostensiblemente menor que en el mismo trimestre del año anterior, se aprecia un aumento de la tasa de temporalidad, una situación similar a la del trimestre anterior respecto a los parados de larga duración, un incremento de las personas paradas mayores de 45 años o un aumento muy apreciable de los parados mayores de 55 años, que son rechazados sistemáticamente por las empresas, entre otros aspectos.

Es decir, sigue consolidándose el problema de fondo del mercado laboral: la precarización, la inestabilidad y la destrucción de la seguridad en el mantenimiento de los puestos de trabajo debido a la temporalidad de los empleos.

Un futuro incierto para ésta y las próximas generaciones en las que muchos trabajadores no tendrán ninguna certeza, más bien al contrario, de poder alcanzar el tiempo de cotización necesario para percibir una pensión digna en el futuro. Aunque la derecha connivente continúa tratando de convencernos de la contratación de planes de pensiones complementarios, que es un mensaje inequívoco de que no piensan ceder en sus pretensiones.

Por otra parte, recordemos que el estallido de la burbuja inmobiliaria produjo una grave situación para el empleo en nuestro país y nuestra región. No quiero imaginar siquiera qué pasaría si la actividad turística, que es la que contribuye sustancialmente a paliar la grave situación del empleo, sufriera algún tipo de revés.

Abramos los ojos. No creemos falsas expectativas y, con perspectiva de futuro, tratemos de establecer un modelo económico en el que el resto de los sectores de actividad contribuyan más al desarrollo de la economía regional. Sobre todo aquellos cuyos puestos de trabajo no dependen tanto de la estacionalidad. Sólo así se pondrán las condiciones para conseguir, entre otros objetivos, una mayor justicia en el mercado laboral.

En cualquier caso, es necesario que los trabajadores sigamos defendiendo nuestros derechos porque, si cejamos en este empeño, difícilmente podrá revertirse la situación. En un modelo social como en el que vivimos siempre debe existir, lo que en términos clásicos se define como, un equilibrio entre el capital y la fuerza del trabajo. Si este equilibrio no existe, como sucede en este momento, las condiciones continuarán degradándose hasta hacerse insostenibles. Confiemos en que no hayamos de esperar a ese punto.