dice el tango que veinte años no es nada. Digo yo que el tongo podrá esperar veinte días para hacer realidad su sueño o, más bien, la pesadilla. Qué el soplo que, con la frente marchita, le ha dado a Cataluña podrá esperar tres semanas para que la Nueva Condomina acoja el gran Murcia-Barça de la Copa del Rey. Aunque sea por última vez, solidarícense con la España de Segunda B, transfiriendo fondos para nuestra supervivencia, encarnada en su expresión máxima por el fútbol patrio. Deporte rey que, con permiso de las diferentes banderas, es el principal emblema de todos, vistan la camiseta que vistan. Estamos tiesos y no estaría mal que nos agradecieran la contribución de los miles de murcianos emigrantes a lo que fue hasta ayer Cataluña, ya que hoy se muestra irreconocible. Ya sé que el fútbol en su base es muy popular, pero en sus alturas es un negocio puro y duro de cuatro, tal y como es visible en nuestra Real Federación o en el no menos Real Murcia.

Háganlo porque quizá bajando hasta aquí, que ya es descender, están apoyando implícitamente la candidatura real para Froilán, conquistado por una murciana. Yo ya me ha apuntado al Partido Froilanista, los independientes gallegos que reclaman el trono para el hijo de Marichalar y la infanta Elena. De independiente a independiente y yo también me tiro por la pendiente. Háganlo por Pedrito, ex del Barcelona y de su mujer que ahora abraza a una joven de Beniaján. O si no por Piqué, inmerso en rumores de crisis matrimonial, antecedente de un próximo noviazgo con una zagalica huertana. Habrá que verle bailando la jota mientras entona la parranda, de ritmo y letra mucho más atractivas que Sakira. Una vida sin fútbol es como un plan para la tercera edad sin la ley de dependencia, mucho más importante que cualquier independencia, que es lo que desde el banquillo está pergeñando nuestro irreal Gobierno.