Necesitamos lluvias y necesitamos frío. Hace demasiado calor y el ambiente, en todos los sentidos, está demasiado acalorado. La sequía meteorológica está secando la neuronas de muchos, de todos los que nos ´mandan´, que ya se podrían refrescar un poco y dejarnos en paz. Banderas roja y gualda kilométricas por un lado; señeras por otro; posturas que se repelen como imanes que se miran con los polos iguales; muros del desencuentro que nadie tiene la menor intención de derribar en aras del diálogo y la concordia (palabra que hasta suena cursi relacionándola con el process catalán). Lo que más me preocupa de todo este embrollo que se podría haber solucionado hace mucho tiempo, es que se está jugando con los sentimientos de las personas que se quieren ir, y de quienes no quieren que se vayan. Se han movilizado conciencias hasta llegar a extremos no deseables que, creo, va a costar mucho trabajo devolver al siempre deseable punto intermedio. Se han desenterrado, en definitiva, posturas que recuerdan a tiempos lejanos y que hablan (¡horror de horrores!) de dos Españas. El a ver quién puede más. ¿Puede alguien de verdad creer que el día 2, el lunes posterior al referéndum, va a haber vencedores y vencidos? ¿Es que nadie se da cuenta de que aquí nadie va a ganar y todos vamos a perder? Nunca me ha gustado elegir entre el blanco o el negro, ni los extremismos de uno u otro signo. Y de todo esto sólo me quedan unas ganas terribles de mandar a mucha gente a la mierda, sin perdón.