Mi amigo Nono sabe más que yo. Yo sólo le recomiendo que con ese nombre no vaya ahora a Cataluña y él me da una lección sobre lo que está ocurriendo con los arruís en Sierra Espuña, que eso sí que es un conflicto territorial. Hay quienes quieren dirimir el conflicto a tiros y hay quienes esgrimen la necesidad de convivencia. Unos lo consideran especie invasora y otros benefactora. Y por encima de todo está una Ley de ámbito nacional que regula sus condiciones de existencia tras una sentencia del Tribunal Supremo. Legislación y jurisprudencia a la que se opone el Gobierno y el Parlamento murciano. No llegaremos al referéndum, pero no me dirán que el animal daría también para más de un telediario. Quizá por sus cuernos prominentes o porque lo da esta tierra, en los cincuenta años que llevan estos ´charnegos´ entre nosotros se han multiplicado. No son tan históricos como algunas comunidades, pero desde luego ocupan ya un lugar esencial en su territorio, adaptándose incluso a la visita de los excursionistas. A mi suegra, mis cuñados y demás familia nos saltaron delante y posaron con gran elegancia para nuestro objetivo. Son, sin lugar a dudas, la guinda de la reforestación que el gran Ricardo Codorníu, nacido en Murcia aunque de origen catalán, realizó en Espuña. Amenazados ahora por el Estado y por los jueces, que los mantiene en el Reglamento de Especies Exóticas Invasoras, desde Murcia se pide la amnistía e independencia para la comunidad de muflones. Puede que, como dicen excelsos científicos británicos, causen daño al ecosistema, pero nunca alcanzará la magnitud de otras actitudes que desgarran totalmente el sistema y no por una cuestión social sino por una bandera. La naturaleza es sabia y hay voluntad de diálogo. En otros escenarios no abundan ni los sabios ni el diálogo. Sólo las cornadas. Yo con mi colega Nono no puedo más que, a pesar de su apellido, siempre estar de acuerdo.