Escribo con la proximidad de su muerte, aún no aliviada, con la penosa certeza de algo definitivamente perdido. El 20 de abril de 2010 lo entrevisté en La Barbería, aquel espacio de televisión, de la 7 Región de Murcia, donde me fingía profesional del afeitado. Me gustaba la historia que conocía de antemano, sabía de la existencia de su biografía escrita por Blas Cano, el decano de los periodistas taurinos. Conocía por Miguel Massotti de sus bondades, de su elegancia al caminar como si estuviera haciendo el paseíllo. Domingo España no llegó a tomar nunca la alternativa porque la cogida, en una novillada en Nimes (Francia), le había dejado secuelas; fue fea la cornada en el vientre y estuvo dos meses en el sanatorio de toreros, de Madrid; los doctores Guinea y Sánchez Parra le aconsejaron se dejase el oficio. Durante los años 1960 a 1963 toreó mucho en Francia buscando la suerte y la gloria que luego encontró en su vida personal, sin vestirse de luces, 22 novilladas, durante un par de años, con el apoderamiento del Niño de la Estrella, un buen profesional de la época.

Vuelven a relucir, recordando, los tiempos del maestro Manuel Cascales. Domingo España recordaba una cerveza bebida justo ocho días antes de la muerte del mítico maestro; el padre de España, almacenista de materiales de construcción, aportó ladrillos para la construcción de Los Felices.

Domingo España tenía una ´espinita clavada´ con el toreo, según sus propias palabras y contaba algunos pasajes de excepción de su vida. En Francia conoció a Picasso con quien habló de Murcia; el genio nunca nos visitó pero conocía a murcianos; a José Antonio Ganga, crítico taurino; a Pedro Flores, pintor con grandes coincidencias en París. Picasso ayudaba a vendimiadores murcianos haciéndolos pasar por ´refugiados´ políticos para que pudieran trabajar en las viñas francesas. Un día, nos contaba España, César Girón le invitó a torear para el maestro en Marsella. El cartel lo formaron los hermanos Girón: César, Curro y Efraín; Gregorio Sánchez, Cobijano y él mismo. Pablo Picasso les regaló un plato de cerámica a cada uno de los toreros.

Domingo España vivió un tiempo en Madrid, en casa de su apoderado; entrenaba en la Casa de Campo en una imagen de afición que recordamos. Un día, un banderillero de Gregorio Sánchez, le ofreció 8.000 pesetas por el regalo de Picasso; el trato se resolvió unos días más tarde en 10.000. Cantidad que sirvió al novillero para saldar cuentas con los sastres de torero y de calle; deudas que le perturbaban. En aquella entrevista de la tele conocí a su mujer, Pepa, aficionada a cantar copla española, naturalmente con el nombre artístico justificadísimo de ´Pepa de España´. Tiempo ya de recordar al hombre bueno y al apasionado torero, en silencio, sin molestar a nadie, como ha de hacerse cuando se van las personas de oro.