Antonio Sevilla, actual presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena, remitió una carta a mi correo personal en los tiempos (último tramo de la ejecutoria presidencial de Valcárcel) en que ocupaba la consejería de Obras Públicas, hoy Fomento, en la que me argumentaba con amplia extensión y minuciosa precisión las ventajas de construir la estación terminal del Ave en la pedanía de Los Dolores para evitar el ´trazado provisional´ en superficie hasta tanto no se acometieran las obras del soterramiento hasta El Carmen. Si releyéramos ese texto, que no sé si estoy autorizado a publicar por tratarse de un envío a mi correo particular, veríamos calcadas las reivindicaciones de la Plataforma Prosoterramiento, que sugiere que se emplace la estación en Beniel hasta tanto no se construya el túnel definitivo para que el tren circule bajo tierra. El actual ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, descartó radicalmente ayer en Murcia cualquier solución parecida, a pesar de que su departamento la viene administrando para el tramo del Ave entre Granada y Sevilla: los usuarios que parten de la primera son desplazados en autobús hasta Antequera, de donde sale el tren, sin ningún tipo de recurso ferroviario provisional.

Traigo este apunte como ejemplo de que la posición del Gobierno regional ha cambiado una docena de veces desde 2001 y desde que pusieran la primera piedra en 2003, que se dice pronto. Es un exceso que pretendan que hagamos seguimiento de sus sucesivos y zigzagueantes planes al respecto como si se tratara de un ejercicio de indiscutible coherencia. Lo perceptible es que en origen se planteó un proyecto de máximos que ha acabado con el intento de colocar dos décadas después un Ave con llegada en superficie, con la consecuencia de partir en dos el municipio capitalino, con un trayecto culebreante hasta Madrid y sin conexión mediterránea, a pesar de lo que en su día prometió Rajoy en uno de su mítines electorales en la plaza de toros de Murcia. Dijo entonces literalmente que Murcia tendría dos Ave, uno a Madrid y otro a Bercelona, y al final van a ser efectivamente dos, pero uno de ida y otro de vuelta, y por el camino más enrevesado.

Esta agónica y tortuosa llegada del Ave a Murcia es consecuencia de la dejación reivindicativa de los sucesivos Gobiernos regionales y locales y, más sorprendente, del escaso vigor e independencia de las organizaciones empresariales y muchas de las sociales, que en varias ocasiones se han plegado al ´Ave ya´ sin reparar en el cómo. Sólo el empecinamiento de una aldea de irreductibles galos organizados en torno a una Plataforma tostonera y peñazo, inasequible al desaliento, integrada por vecinos de la zona sur de Murcia, ha creado las condiciones para que los Gobiernos central y autonómico se hayan visto obligados a regresar, a trancas y barrancas, al proyecto original de soterramiento integral al que ayer se comprometió definitivamente el ministro del ramo. De la Serna se presentó en Murcia, tras las intensas y masivas movilizaciones de la Plataforma, para empeñar su palabra anunciando plazos de licitación y presupuestos para el soterramiento, pero al día de hoy sólo se cuenta con sus enunciados, de modo que la Plataforma hace bien en mantener el escepticismo y en permanecer alerta y activa, pues la experiencia dicta que las palabras se las lleva el viento y que, en lo relativo a las grandes infraestructuras, en Murcia ni siquiera es posible confiar en lo ya firmado. Este ministro, frente a algunos de su antecesores, dispone de un talante bieneducado y transmite honestidad y buenas intenciones, pero no se trata de una cuestión personal. Es obvio que las prisas para mantener la llegada provisional en superficie tienen mucho que ver con intereses electorales, y esto siempre mosquea sobre la permanencia de los compromisos para el día después.

La lección aprendida es que a los ministros con algo que aportar los traen los que se mueven. Y en este caso no ha sido el Gobierno.