veces, cuando me noto nervioso o no consigo dormir bien, me pongo la tele oficialista, o leo las grandes cabeceras en papel, u oigo por la radio a la mesnada tertuliana, y se me pasa. ¡Es súper efectivo! Recomiendo 100%. Sí, ya. Ya sé que gritan cosa mala, pero pensadlo un momento. El mundo de nuestros mass media es un mundo simplificadito, una cosa que se entienda, sin doblez. El cambio climático es una teoría, y se puede combatir cerrando antes el grifo de la ducha (y de paso salvas una linda tortuguita). Nadie se detiene a comentar el hecho de que el rescate de la banca nos haya costado 50.000 millones de euros. La delincuencia es otra cosa, muy específica: lo que ocurre en el Parlament. Las vías de Murcia se van a soterrar en una inminente segunda fase, y el muro no es un muro, sino bellísimas pantallas acústicas instaladas por nuestro confort y seguridad. La reciente subida del paro no es tan mala en términos interanuales de tasas comparativas de balance de creación / destrucción de empleo estacional por comunidades, no te líes. Relaja ahí. Y ahora aprieta los glúteos, que vamos a hablar de Venezuela. Y dos. Y cuatro. Y arriba esas rodillas. Y otra vez.

¿No os relaja? A mí sí. Es verlos sudar y entrarme un sueño? Y lo que más me relaja de todo es Internacional. Los abusos contra los derechos humanos en el mundo se reducen al culebrón judicial de Leopoldo López. Las complejidades de la geopolítica se reducen a una división: a la izquierda, los países mal; a la derecha, los países bien, tal vez gobernados por hijos de perra pero en todo caso nuestros hijos de perra, como decía Henry Kissinger. Un relajante silencio envuelve la desaparición de Santiago Maldonado, detenido el mes pasado en Chubut por el Ejecutivo de Macri (nuestro hombre en Argentina). Un manto de tranquilizadora oscuridad cubre las recientes detenciones en nuestro país del escritor Dogan Akhanli y del periodista Hamza Yalçin, ambos turcos y reclamados por el régimen de Erdogan por sus conocidas posiciones críticas. Un soporífero velo de pasotismo olímpico sobre el hecho de que los pilotos saudíes de caza que están aplastando a la población civil de Yemen hayan sido entrenados en Morón de la Frontera. Zzzz.

Pero luego tengo pesadillas. Sueño que estoy en la orilla de enfrente del Mediterráneo, ponle en el Rif, ponle en Alhucemas. Sueño que, desde primavera, trescientas personas vinculadas al Hirak (el Movimiento Popular del Rif) han sido detenidas, torturadas, encarceladas sin pruebas e incomunicadas en un proceso sin las mínimas garantías. Veo una ciudad militarizada y en estado de sitio, veo jóvenes activistas siendo acusados de obstrucción de la actividad religiosa (un delito gravísimo en el Marruecos del 'modernizador' Mohamed VI) por haber emitido vídeos de manifestaciones en redes sociales. Veo el viejo choque entre una población civil que demanda justicia y democracia y una casta (el majzen) encargada de preservar el poder de un Estado totalitario, teocrático y violento que resulta ser, en esta ocasión, nuestro hijo de perra, y disfruta por tanto de impunidad y complacencia tanto por parte de nuestra diplomacia como por la de nuestros medios oficialistas.

Si os digo la verdad, prefiero que estas pesadillas me pillen despierto.