Como parece que el Gobierno regional no lo entiende, habrá que deletreárselo. E ele te ere e ene pe o ere a be a jota o. Y si no, allá él. Quizá sea hora de deducir que el Gobierno, más que un empecinamiento incomprensible, tiene una decidida vocación suicida. Alguien, de los que cobran por asesorar a los gobernantes, debería advertirles sobre algo elemental: si os ponéis contra la gente, capuzaréis. Ya que las apelaciones al bien común resultan infructuosas, convendría alertarlos sobre sus propios intereses electorales. El Gobierno que desconsidera a la gente acabará desconsiderado por la gente.

Es verdad que el PP está muy mal educado. Sus sucesivas mayorías absolutas lo han entrenado para dictar medidas impopulares sin que se derivaran demasiadas consecuencias. Pero hoy, probablemente por el abuso de esa práctica, van de culo y cuesta abajo, y aunque mantienen el poder tal vez deberían someterse a alguna sesión de ejercicios espirituales para no seguir desperdiciando el discutido crédito que aún les queda. Primera cuestión a considerar: ¿seguimos satisfaciendo a los estamentos contra la gente, o nos ponemos al lado de la gente y dejamos para otro momento las exigencias de los estamentos?

El Gobierno regional del PP, en el asunto AVE, está contra la gente. Incluso contra su propia gente, la que los vota. Los vecinos de la zona sur del municipio de Murcia capital, sean cuales sean sus simpatías políticas, no pueden estar demasiado contentos con el futuro que les espera, asfixiados por una barrera más contundente en extensión y altitud que el felizmente malogrado muro de Berlín, elevada esta vez en honor a lo que en algunas instancias se entiende por progreso. Un curioso progreso que aplasta el territorio y separa a las personas. Un progreso que para agilizar la comunicación a distancia siega las relaciones de vecindad. Separar para comunicar. Qué gran programa político.

El Gobierno cree que esta oposición al trazado del Ave en superficie se compensará con los aplausos de que se hará merecedor de parte de los no afectados. Supone que los votos que el PP perderá en Los Garres los ganará en Bullas o en Alcantarilla, una vez que las agencias distribuyan la foto de López Miras con Rajoy y el Rey en la estación del Carmen. A esto se llama vertebración regional a costa de la desvertebración local. Son capaces incluso de estimular la idea de que los vecinos que protestan porque el tren les robe la placeta de sus casas son unos egoístas que no colaboran al bien superior del desarrollo regional. Lo que no saben es que el Ave no les dará ni un voto, porque llega tarde, llega mal y como solución a las comunicaciones ferroviarias de la Región es un monstruo que no hará disimular las carencias del resto de las infraestructuras, incluidas las de cercanías y mercancías. Un juguete caro e inamortizable, demasiado relumbrón en un desierto sin complementos adecuados. Tal vez recuerde a la moto acuática de la película Barrio, de Fernando León de Aranoa.

En ese aspecto, las referencias a la ´provisionalidad´ del trazado en superficie se cogen en papel de fumar, dada la escasa credibilidad al respecto de que disponen los Gobiernos populares, el central y el regional, además del hecho de que la provisionalidad real es la de dichos Gobiernos, sus ministros y consejeros y hasta de sus presidentes. ¿A quién se le podrá pedir cuentas si el PP no estuviera, precisamente por estas causas, donde ahora está? Pero antes de esto: ¿cómo se justifica, en nombre de la indisponibilidad económica, una solución provisional que acrecienta el presupuesto? Y ¿cómo tomar en consideración las patrañas constatadas de los portavoces de Adif, intermediarios del Gobierno, cuando se trata de una empresa pública tan afectada por la corrupción como el propio Gobierno nacional?

Cabe suponer que el Gobierno regional y hasta el local de Murcia quieren creer lo que dicen, pero han dicho tantas cosas, los hemos visto unas veces temerariamente presentes y otras elocuentemente ausentes en manifestaciones por el soterramiento, han firmado y anunciado tantos proyectos distintos y contradictorios que, al día de hoy, sólo es posible el escepticismo ciudadano. Y a la realidad de que si no hay presión al Gobierno, la solución será siempre la peor. De ahí que convenga recordarles cada día un lema que alguna vez compartieron, aunque fuera de mentirijillas: el tren por abajo. Un Gobierno debe estar con la gente. Si no entienden esto, vendrá otro Gobierno. Alguien debiera decírselo.