Vivimos etiquetados en una sociedad, paradójicamente, por los más sectarios. Obsesionados por separar a las personas a consecuencia de sus palabras, obras u omisiones. Incluso por sus ideas. Si de lo que se trata es de distinguir a unos de otros, por lo menos que sea con cuidadas divisas artesanas, como las de los toros. ¿O este deseo supone otra etiqueta más?