No sólo Elda, todo dios está conmocionado con lo descubierto en el número 26 de la calle don Quijote teniendo en cuenta que, cuando un niño se convierte en víctima del terror más horrendo, una daga se inscrustra hasta el fondo y muestra la enorme vulnerabilidad ante un espanto de esta naturaleza. Nadie, creo, comprende que la maldad sea capaz de alcanzar estos límites. Y, sin embargo, los rebasa.

Aparte de no llevarse nada, no parece lógico que para un simple robo sea precisa tanta crueldad. No seré yo quien especule. El chavalín formaba parte del equipo de Paratriatlón y, si no tengo mal entendido, había días que entrenaba con su padre de acogida, preparador el hombre y vinculado a distintas causas sociales. La pareja, que fue golpeada en el asalto a la vivienda y que apareció maniatada y con una bolsa en la cabeza, se encuentra embarazada de cuatro meses. El cuadro no parece el más proclive para desatar semejante furia, pero lo sucedido no deja lugar a dudas. Las relaciones humanas esconden unos entresijos que solo el que la lleva está en condiciones de sopesar hasta dónde puede alcanzar la tormenta. Recuerdo una tarde en la que empezó a correrse de pronto que habían secuestrado en la puerta del trabajo a Pepe. Y así fue. Unas cuantas horas después apareció con signos evidentes de que le habían cruzado la cara. Al parecer, allegados a su ex le dieron un paseo a modo de advertencia por determinadas cuitas pendientes. Pepe no hizo ni mención, se reincorporó de inmediato a la tarea y acabó la jornada como si tal cosa.

A raiz del éxito de la serie Narcos, en Medellín se crearon rutas turísticas tras las huellas del capo de la droga Pablo Escobar. Los narcotoures se han impuesto de tal modo que 7 de cada 10 visitantes no se priva. Familiares de las víctimas andan sobrepasados y quieren crear itinerarios para contar los hechos. ¿Quién no habría querido meterse en Los Soprano? Una ficción tan bien hecha endiosa monstruos. Pero las sacudidas de la vida real son las que de veras cortan la respiración.