Las maletas duermen sin burundanga en los altillos, esperando ser asidas y rellenadas. A diferencia de las cajas de cartón, que recogen recuerdos y menajes, las maletas y mochilas se llenan de utilidad y prioridades, de estricta jerarquía, de aquello que necesitarás en el lugar hacia donde vas, y que te permite seguir siendo tú mismo en otros lugares. Viven contigo los cambios, las transiciones, y dan tumbos por las estaciones en las que se cambia de tren y de destino. De vida. Huelen a moqueta de hotel y colonia de extranjero, a maletero de taxi y a friegasuelos de aseo público, a ropa sucia y guía de viajes, a cable de cargador y medicinas sueltas, a memoria y a olvido, a recuerdo y a experiencia.