Cerca de casa de mis padres existía, y existe, una pequeña taberna llamada 'Teodoro', a la que iba periódicamente con una garrafa de agua vacía a comprar vino a granel para mi padre. Ese espacio singular, entre serrín, olor a corrida de toros y pantalones de tergal, rellenaba sus paredes con curiosas chanzas escritas sobre azulejos. La más célebre, y que hoy recuerdo, la de ´Sí el agua destroza caminos, qué no hará en los intestinos, idiota, bebe vino', o algo así. Pues eso, que estos días no ha sido vino, sino agua, la que ha dejado así la playa de Los Narejos. El sabio Teodoro lo sabía.