Es curioso, pero los años cambian hasta la percepción de los sucesos y de las cosas mismas. ¿Tengo la misma percepción del verano, en su conjunto, que la tenía cuando era joven?, ¿era entonces como ahora, el mes de septiembre nuestro aliado? Entonces, en aquellos años donde la juventud se abría paso entre la amistad y la familia, la novia y el deseo de la playa, el tiempo tenía su cadencia y su estímulo. Recuerdo Águilas, que para los lorquinos era mucho más que un verano, era también el encuentro familiar y aquellos baños en las calas tan bonitas de la cercanía; y por las noches, los bailes del ´popular´, ya que al baile del Casino íbamos poco, porque era más caro y estaba más vigilado. Pero el llamado baile popular, más pegado al puerto, era mejor; mejor música y mejor ambiente.

Tengo en el recuerdo a Mazarrón (siempre será para mí Mazamor, por aquellos recuerdos en el Faro y entre los amigos que ya se fueron, Segado, Acosta, Paco€). En Mazarrón, entre amigos que íbamos a ver al pintor Aurelio a San Ginés, entre pinos y palmeras, en aquella época de los amarillos del pintor, sacábamos tiempo también para reunirnos y crear ambiente, tanto en el faro como en el restaurante Durán.

Después fue Agua Amarga, lugar casi perdido en el Parque Níjar-Cabo de Gata, y más tarde, Carboneras: Buenas playas y buen ambiente tanto literario como de amistad y cultura, con mi amigo Mario ´El farero´, como arquetipo de las cosas bien hechas y las viejas reuniones de concierto fraternal a la luz de su faro: el más alto de los habitados de todo el Mediterráneo.

Este verano ya no fue lo mismo que lo que relato de un pasado no ya ten reciente, salvo los diez días que pasé con mi familia en un lugar también hermoso como La Azohía, cerca del puertecico. Ahí vengo hace algunos años, acudiendo a la llamada de los míos. Pero esos días de tanto calor, sobre todo los de julio, apenas si puedo compensarlos, porque este último verano ha sido terrible, y dicen que cada año será de más grados de temperatura, de más calor. Por lo que cuando digo adiós al verano no es como lo decía a mis 20 años, que era más con tristeza que con desahogo. Ahora busco como un condenado al aire acondicionado, lugares frescos, mi propia casa de Murcia y espero con ansiedad la terminación de un verano aún más caluroso que lo era antes. Y esto lo percibo, como percibo que el agua donde me baño está más caliente. Y en eso me dicen que en el Cantábrico no podría ni meter el pie en el agua. Y puede ser. Pero nunca antes percibía estos calores, salvo algún día muy especial, que también los había.

Y en esto andamos cuando las ferias, la de Lorca y la de Murcia, empiezan a asomarse ya por las ciudades, carteles y nuevos recuerdos que se nutren de los viejos que todos tenemos, porque las ferias están cargadas de universos infantiles distintos y diversos: churros por la mañana, la pelota blanca con goma, la peseta de turrón a media tarde y el baila, siempre los bailes de las noches refrescando nuestros cuerpos. Y así será este año también. Y con mi nieta iremos a montarnos en los juegos de la feria de Murcia. Faltaría más.

Pero hoy por hoy, adiós verano, adiós, que, a pesar de que me falte durante todo el año, el azul de esa línea indiferente, que diría Valero, lo que más me duele son los sudores de la siesta, el sol a estas temperaturas de noticia de informativos y los años. Tal vez sea eso, los años, que pesan y los percibimos con tanto respeto como ansiedad de que algún día cualquier tiempo pasado fue mejor; pero no, no es eso una verdad intangible, sino que cualquier tiempo pasado, era mejor en las circunstancias de un tiempo tan amado, sin prisas, escudado en la alegría, frente a dolor de muchas ausencias que van quedando ahora por un camino que ya no volverá a repetirse, porque es otro nuevo camino que no tiene de aquella juventud que nos hizo soñar sin padecimiento.

Y todo ello, mezclado con las viejas canciones de amor, aquellas francesas, y las italianas, una buena ducha a eso de las 8.30 horas de la tarde y la camisa nueva. Y ahí empezaba el otro, nuevo mundo, cuando a lo lejos ibas viendo a tu novia, que se cogía de tu mano y la cerveza del Felipe te sabía a la cerveza más fresca de todas las cervezas, entre la gente que, cuando terminaba el verano se lamentaba de volver a casa otra vez.

Y esto es cuando digo yo que la «percepción del verano» no es la misma que entonces, ni siquiera el color moreno de los brazos, porque, hace calor, sí, por fuera y por dentro. Y aquí es donde apreciamos tanto el aire acondicionado que, entonces, no nos importaba, y hasta puede que no sabíamos que fuese un día tan necesario. Y ahora llamamos a septiembre nuestro aliado.