Ninguna universidad española aparece hasta el puesto 239 del Ranking de Shanghai, uno de los más prestigiosos del mundo. La primera es la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y solo acompañada en puestos inferiores por otras 10 universidades de nuestro país de un total de 500. Los quince primeros puestos del ranking lo ocupan universidades anglosajonas, de las que trece son norteamericanas y las otras dos son las clásicas británicas de Oxford y Cambridge. ¿Cómo hemos llegado a esta situación, bastante anormal por otra parte si miramos apenas cien años atrás, cuando las universidades europeas dominaban radicalmente el panorama universitario? Un factor históricamente relevante es la expulsión de los mejores docentes y cerebros científicos de las universidades alemanas y austríacas a Estados Unidos en el período de entreguerras. Cuando pensamos en los males infligidos por Adolf Hitler y sus fanáticos seguidores a la Humanidad, siempre pensamos en guerras, muertes y cámaras de gas. Pero el daño que se autoinfligió Alemania persiguiendo y espantando al talento universitario de muchos docentes judíos fue de enormes proporciones también. Y los beneficios que obtuvo Estados Unidos de esa migración de talento fue igualmente enorme pero de sentido contrario. Aún así, la razón más importante del nivel conseguido por las universidades americanas y británicas es sin duda la calidad de su profesorado en general, contratado por sus méritos y remunerado con sueldos de fábula. Para mantener el coste de esos bien pagados docentes, y de la inversión en investigación que conllevan, los alumnos deben afrontar matrículas astronómicas, algo que solo se consigue a la escala requerida gracias a los créditos a estudiantes. De hecho, la deuda de los estudiantes, que teóricamente pagan cuando empiezan a trabajar, se ha convertido en uno de los principales motivos de preocupación para el sistema financiero norteamericano y también, últimamente, para el británico. Así que, aunque sirva de poco consuelo, nuestras universidades serán mediocres y nuestros docentes estarán mal pagados, pero al menos tenemos un cuerpo de graduados y licenciados sin mayores deudas que afrontar en el futuro.