Lo cierto es que hablar de mujeres y de hijos sin traer lo de los padres es meterme en una charca de la que no sé cómo voy a salir, lo sé. Y que nadie me manda correr tal riesgo, también lo sé. No obstante, lo voy a hacer a pesar de que actúo sin red, y sin paracaídas, y puedo salir malparado. Pero es que vengo observando, y respetando también, cuidado, desde hace mucho tiempo, que se repiten como en unas constantes fijas determinadas posturas y declaraciones formales de féminas cuando, no importa la causa ni el motivo, se les pregunta por qué quieren, o no quieren, tener hijos, bien bajo la circunstancia de en pareja, o bien bajo la de en soledad. Con permiso, paso a definirlas: Cuando en pareja se pregunta a la mujer el motivo por los que evita los hijos, el catálogo de razones invariablemente pasa por «el temor al incierto futuro», «nuestro trabajo no nos permite mantener/cuidar de€», «he de realizarme profesionalmente», «hemos de disfrutar antes de nuestra libertad», «aún no estamos preparados para compartir nuestra intimidad», «es una responsabilidad para la que aún no estamos maduros»€

Sin embargo, cuando a una mujer sola se le pregunta por qué ha decidido ser madre, surgen las mismas invariables respuestas: «Para darle un significado a mi vida», «para sentirme necesaria y/o necesitada», «para experimentar ser madre», «para compartir mi vida», «para liberarme de (o a mí) misma», «para sentirme completa»€

Y aquí es cuando -quizá porque soy hombre y no sé un carajo- viene mi extrañeza, preguntándome a mí mismo si los segundos porqués no se pueden dar exactamente igual en el primer caso. O a la recíproca, si los primeros motivos no se pueden dar en el segundo de los casos. Que yo sepa, y ustedes puedan perdonarme, todas las pegas expuestas para no tener un hijo se pueden dar tanto en pareja como en solitario, así como todas las razones para tenerlo, también€ Entonces, ¿por qué siempre se escucha lo mismo en según sea el caso?.. Ya, ya sé que me dirán que hay de todo en todo. Que hay mujeres que desean la maternidad por encima de cualquier problema, y mujeres que la posponen indefinidamente bajo las mismas excusas, estén solas o acompañadas. Y es verdad. Cierto.

Pero no es eso lo que yo expongo en mi ocurrencia de hoy. Lo que me llama la atención es la serie de etiquetas que se utilizan como el resultado de un análisis, y que se pegan al frasco según la receta del médico. Son algo así como respuestas prefabricadas al servicio de las que piensan de una manera o de otra, según el grupo de en pareja o a solas donde se encuentran encuadrada, e incluso, a veces, se da en la misma persona, dependiendo de su circunstancia.

Pero lo que supone una aparente contradicción en realidad es la confusión, la extrañeza, el despiste, la desorientación, que nos produce la vertiginosa liberación de la mujer que se ha producido en el último tramo de la historia. Y eso nos ocurre a los que amontonamos cierta edad, independientemente de que seamos hombre o mujer. Y es que, en cuatro días mal contados, las féminas han pasado de estar siempre condicionadas al hombre, de ser portadora de sambenitos si se quedaba soltera, de vistesantos si no era por su elección, de ´rara´ u otra cosa peor si era por su voluntad, de vientres inútiles que no cumplen con su sacrosanto deber engendrador, a mujeres que, libremente, eligen no casarse, vivir solas, e incluso tener hijos solas, ser madres solteras, y educar a sus propios hijos sin necesidad de varón que tutele nada€

Y eso es posible que no tengamos problema para entenderlo, y comprenderlo, e incluso aceptarlo, pero sí que lo tengamos para encajarlo€ Encajarlo en un cliché que ha funcionado durante siglos, mudando al modelo opuesto tan solo que en unos muy pocos años, sin apenas período de transición€ Por eso, a las feministas que nos machacan diciendo que la liberación de la mujer va lenta y despacio, les digo que según cómo y desde donde lo miren. Y que lo importante es seguir en la vía, no arriesguemos a que pueda descarrilar el tren.