Cuando el agua aumenta su nivel, debido por ejemplo a unos días de lluvia intensa, a su vez, por lógica, también aumenta la corriente y por consiguiente el arrastre de todo cuanto se encuentra a su paso. Ese arrastre, por inercia, se va depositando en forma de sedimento en los arrabales del rio. Si no se tiene cuidado y mantenimiento adecuado todo se va empantanando, estrechando el cauce y también van creciendo organismos que, en ocasiones, pueden perjudicar el ecosistema y por consiguiente la calidad del agua. Se pone de color verde, aparecen pájaros y peces muertos, y cientos de cabezas se asoman desde la Manterola opinando sobre el tema. Las máquinas llevan semanas trabajando. El cauce a su llegada a la ciudad se va limpiando y creciendo. Da otra imagen, pero ojo, no hay que olvidar que el río mide más. Me temo que terminamos otro verano hablando de aguas verdes. Por cierto, ¿el mantenimiento y cuidado del río de quién depende? Mejor saberlo que no tirar flechas sin saber. Siempre estamos a tiempo de decir aquello de «eso es por culpa de este que no se ocupa de nada». ¡Qué artistas somos para apuntar con el dedo!