La cara del terror se nos ha aparecido esta semana con toda su crudeza. Y lo ha hecho a unos kilómetros al norte de nuestras casas, en una Barcelona que, por mucho que algunos, de allí y también de aquí, quieran negar, tendrá siempre fuertes vínculos de hermandad con esta nuestra tierra murciana. Porque no solo compartimos con los catalanes el Mediterráneo. A lo largo de los años han sido miles los murcianos que han cogido el portante y se han buscado la vida en la ciudad más vanguardista y cosmopolita que he visitado. En la ciudad que embelleció Gaudí y en la que escribieron Josep Plá y Vázquez Montalbán. En la que Serrat cantaba sus primeros himnos y en la que Messi, Cruyff y Maradona maravillaron con su fútbol. La ciudad a la que Freddy Mercury cantó en aquel inolvidable 1992. Hemos visto de cerca, decía, la maldad en todas sus dimensiones. Hemos visto cómo, en cualquier momento, cuando más felices estamos, puede llegar un malnacido y segar tu vida, tus ilusiones, tus sueños, con el simple hecho de alquilar una furgoneta en un rent a car y enfilar a toda pastilla por la calle por la que paseas. Y es que nadie, absolutamente nadie, está a salvo de este terrorismo de hoy, con independencia de su sexo, raza o religión. Es para estar muy preocupados, me parece a mí. Pero aquí, con los muertos todavía sobre la calzada de Las Ramblas, nos dedicábamos a discutir sobre si se debían publicar fotos de la masacre o si era mejor mostrar gatitos, sobre si la información oficial se debía transmitir en catalán o en español, sobre si la culpa era de la foto de las Azores de Aznar o de Podemos por no firmar el pacto antiyihadista, sobre si esto se soluciona con mano dura o con abrazos y palmaditas en la espalda, que si Rajoy esto y Puigdemont. Y, además, difundiendo bulos sobre rehenes inexistentes en kebabs y taxistas marroquíes imaginarios. Me viene a la cabeza aquello del sabio que señalaba a la Luna y los necios miraban al dedo. Y me quedo entristecido de vivir en un país al que ni siquiera la más horrible de las tragedia es capaz de unir.