La vallas separan la serenidad y relajación del espectador, del esfuerzo al límite del atleta, de la lucha contra sí mismo, el tiempo, y las limitaciones humanas. Una vez comenzada la carrera, la pasividad del que sólo observa se transforma en emoción y, curiosamente, la lucha que más impacta no es la de quienes ganan y levantan los brazos, sino la de quienes fracasan y en ocasiones ni siquiera llegan a la meta. En la vida, como en el deporte, los que pierden son los que más sufren. Y encima sin foto.