Lo normal es que en el mes de agosto muchos negocios permanezcan cerrados por vacaciones y que sus responsables estén disfrutando de un merecido descanso. Pero resulta que la vida no se detiene totalmente y, como dice el refrán, cada día trae su afán. En estas fechas, dos han sido las cuestiones que me han llamado la atención y sobre las cuales he estado reflexionando.

La primera de ellas ha sido Venezuela. Todos sabemos lo que allí ´pasa´ por las noticias que a diario nos acercan los distintos medios de comunicación. Está claro que las noticias no son, podríamos decir, completas al venir sesgadas por los distintos contadores de las mismas. Ahora bien, cuando quien te cuenta cosas es un joven venezolano de 20 años, natural de Valencia (la Valencia venezolana€sí, esa ciudad que días atrás fue protagonista al rebelarse, parece ser, 20 militares), que ha salido a toda prisa de su país, que ha sido testigo directo de la muerte, a manos de la policía bolivariana, de tres amigos -todos jóvenes rondando la veintena, como mi informante- y lo que te cuenta con pelos y señales, fundamentalmente del día al día de la gente corriente, te pone la carne de gallina y se te encoge el corazón. Evidentemente al oírlo la cosa cambia y el interés toma otro cariz.

Coincide todo esto con la votación para la Asamblea Constituyente y, posteriormente, la toma de posesión de los constituyentistas. La votación para elegir dicha Asamblea fue un fraude reconocido por la Fiscal General del Estado, para más inri chavista, (ya no es fiscal) y por la empresa que gestionó la realización de dichos comicios. A pesar del fraude, siguió adelante y el día en que se conformó la misma, tuve la paciencia de seguir todo el proceso por televisión, más de dos horas. Durante ese tiempo permanecí con los ojos y la boca abiertos de par en par. Creía estar viendo una mala comedia televisiva, aquello parecía una reunión de vecinos para hablar de lo que ocurre en la comunidad y nombrar junta directiva. Los más de 500 constituyentistas llegaron todos juntos y en comandita. Una persona hizo de maestro de ceremonias y abrió la sesión, leyendo lo que parecían artículos de algún código. Cuando acabó, uno de los mandamases del régimen, Diosdado Cabello, como vecino más principal, indicó quiénes tenían que ser la presidenta, los vicepresidentes, secretario y subsecretario de dicha Asamblea -igualito que cuando en la reunión de la escalera alguien dice ´el mejor es fulanito´-. Con una votación a mano alzada y sin oposición alguna salieron elegidas las personas propuestas, ¡faltaría más!, por unanimidad. Delcy Rodríguez fue la presidenta elegida. Alucinante. Posteriormente, y como si una sola persona fueran, juraron todos los elegidos para dicha Asamblea Constituyente. Ninguna oposición, ninguna otra propuesta, nada. En fin eso es Venezuela, pasándose por el arco del triunfo a la legal Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela presidida por Julio Borges (MUD) desde el 5 de enero de 2017. Venezuela y algo más. Ese algo más es una de las cuestiones que me preocupan en grado sumo, cuál es la violencia en general y, en particular, contra la mujer. Aunque se reúnan los políticos una y mil veces y desarrollen planes y leyes, reitero, que la solución es muy complicada. Dicha solución tiene que empezar en el seno familiar, no permitiendo que ninguno de sus miembros realice acciones contrarias al respeto de las personas en general. Primero, educación en la familia, apoyándose a continuación en las acciones en el mismo sentido en colegios, institutos y, por qué no, universidades. Respeto a los demás y a sí mismo. Hago hincapié en el respeto y consideración personal. Si uno no se respeta, difícilmente respetará al prójimo. A más de unos padres les pediría que repasasen los teléfonos de sus hijos, en cada momento con la consideración debida a su edad, e hijas. Hago una llamada a chicos y chicas a que se valoren más de lo que crean oportuno. Es preocupante lo que circula por los teléfonos de nuestra grey juvenil.