Cuando en 1969 Franco llamó a varios miembros del Opus para formar el llamado gobierno de ´tecnócratas´, su Fundador vio los cielos abiertos, y nunca mejor dicho, ante la oportunidad de aumentar su influencia en el mundo económico de una España que resurgía con fuerza de las cenizas de la autarquía.

Bancos, empresas inmobiliarias, editoriales, colegios y universidades (a pesar de que Escrivá era reacio inicialmente a competir con los religiosos en el mundo de la educación), nada parecía territorio ajeno para sus emprendimientos. Lo cierto es que veía en todas estas empresas terrenales una forma de potenciar lo único que le interesaba: el Opus Dei.

No pasó mucho tiempo sin que surgieran profundas discrepancias entre los miembros del Opus Dei que dirigían dichas empresas y la propia Dirección del entonces Instituto Secular. Tan graves fueron los enfrentamientos, especialmente en el seno de la rama financiera del conglomerado (comandada por los hermanos Valls Taberner y posteriormente la familia Ferrer Bonsoms), que Escrivá vio en peligro no solo el entramado empresarial sino la propia institución que dirigía. A partir de ahí inició una retirada estratégica, dejando en libertad a los miembros de la Obra para que crearan sus negocios, solos o en compañía de otros miembros. De ellos solo reclamaba contribuciones económicas a título individual. Eso sí, sin compasión. Aquellos polvos trajeron estos lodos. Recientemente hemos asistido al último acto de la gloriosa historia de un Banco ligado desde su nacimiento al Opus Dei, el Popular. Afortunadamente para San JoséMaría, no ha tenido que asistir a este lamentable espectáculo de enfrentamiento entre numerarios, supernumerarios, accionistas y gestores del Banco. De momento, CaixaBank se ha hecho cargo de los negocios más directamente ligados a las Fundaciones e iniciativas de la Obra. Una manifestación más del profundo enraizamiento de la ahora Prelatura Personal en la burguesía catalana.