Podríamos vestirnos de mercenarios, coger nuestras falcatas y liarnos a mamporros, como hicieron hace miles de años los enrolados en las filas de Aníbal o Escipión. Una tierra como la antigua Qart Hadast bien valía entonces librar una gran batalla y hasta una gran guerra, con derramamiento de sangre y cientos, seguramente miles de víctimas, inocentes o no, pero muertos sobre los que se ha fundado nuestra historia.

Los tiempos han cambiado mucho desde entonces y, para algunos, el invasor, el enemigo y hasta el objetivo es otro. Ya no son generales que dirigen grandes tropas o legiones ni lucen relucientes armaduras. Ahora, esos que algunos consideran nuestros invasores,visten chaqueta y corbata y sus armas son las palabras más o menos acertadas, más o menos bien o mal intencionadas, pero exentas de violencia. No es que pretenda incitar a nadie a nada, pero a la vista de lo exaltados que se muestran algunos contra ellos, apostaría a que más de uno, si los tuviera delante, se descontrolaría del todo y les soltaría ese mamporro. Pero no. ¡Que va! Es mucho más sencillo suplir los escudos por monitores o las pantallas de los smartphones para refugiar la cobardía en el anonimato de las redes sociales. Los bárbaros del siglo XXI no se enfrentan de cara y a pecho descubierto, sueltan sus barbaridades bajo la protección que dan Twitter o Facebook, donde se sienten libres y liberados para insultar, menospreciar y, a veces, amenazar a quienes no piensan como ellos o a quienes no son de su agrado.

El nombramiento del presidente de nuestra Comunidad Autónoma, Fernando López Miras, como pregonero de las Fiestas de Carthagineses y Romanos ha despertado a algunas de esas huestes a las que les chirría todo aquello que venga del otro lado del Puerto de la Cadena. La elección del personaje, como la de cualquier otro, es criticable. Se puede esgrimir cualquier argumento en su contra, como que su designación como mandatario regional ha sido de rebote y no le ha dado tiempo a hacer méritos suficientes para pregonar nada. Incluso se puede sostener que ningún presidente regional merece ese nombramiento, porque se discrepa del reparto de las inversiones en la Región. Cualquier argumento más o menos razonable es aceptable, siempre que lo hagamos desde el respeto, con palabras duras, pero sin insultos y mucho menos con amenazas.

Lo que ya resulta algo cansino es el victimismo que se gastan algunos de nuestros paisanos cada vez que surge alguna información que relacione a Murcia con Cartagena. Que si nos maltratan, que si nos roban, que si nos menosprecian, que si nos ignoran, que si nos envidian...

Es más que probable que el centralismo predominante en nuestra Administración haya favorecido sobremanera a la ciudad del Segura frente a nuestra Cartagonova. El propio Gobierno regional lleva décadas quejándose de la discriminación que padece en materia de financiación del Estado de las autonomías. Y ya dice el refrán que quien no llora, no mama. Somos libres para llorar, para protestar, para quejarnos y para reclamar lo que consideramos nuestro. Pero si tan mal nos hace el presidente regional, ¿por qué no nos plantamos en la puerta del Palacio de San Esteban día sí, día también hasta que se comprometa a resarcirnos? ¡Noooo, que eso es un follón! Es mucho mejor para nuestra ciudad aprovechar el momento que marca el inicio de la que llevamos años autoproclamando como la gran fiesta del Mediterráneo para boicotear el acto escudándonos en que el pregonero no es de nuestro agrado. Es mucho mejor que en el resto de la Región y en todo el país vean cómo nos las gastamos dándole la espalda o pitando a nuestro presidente que dejar que la noticia surja de su discurso o de cualquier otro momento de la ceremonia.

¿Qué más da si la imagen de todos los cartageneros queda una vez más emborronada por la actitud de unos cuantos? ¡Si ya hemos conseguido la declaración de Interés Turístico Internacional! Ahora, podemos enroscarnos la boina y demostrarle al mundo entero que somos de pueblo, con todo el respeto a los pueblerinos. Lo queramos o no, Fernando López Miras es nuestro presidente y en nuestra mano está cambiarlo o no en la próxima cita con las urnas. Y si queremos ser nosotros quienes elijamos al pregonero de las Fiestas de Carthagineses y Romanos, hagamos los méritos para formar parte de la directiva de la Federación de Tropas y Legiones y hagamos nuestras propuestas.

Tenemos más culpa y responsabilidad de la que nos achacamos en nuestro destino y más peso del que creemos para intentar cambiarlo. Ahora bien, hagamos las cosas como se deben hacer, respetando al contrario y en el momento y el lugar oportunos. Si queremos implantar nuestras normas, empecemos por respetar las que nos rigen ahora para poder cambiarlas.

Si queremos ser grandes, demostremos nuestra grandeza. Porque de otro modo, podemos dar la batalla por perdida. Y seguir con nuestra guerra.