Es sorprendente la cantidad de tropiezos que día sigue dando la presidencia más conflictiva y el presidente más estrambótico de toda la historia norteamericana. El caos parece que se adueña definitivamente de la Casa Blanca, y el enfrentamiento entre los diferentes centros de poder (muy repartidos por el propio diseño constitucional) está adquiriendo características de guerra generalizada y sin cuartel.

La vulgaridad en las expresiones usadas por altos cargos no tiene precedentes. El nuevo jefe de comunicación Anthony Scaramucci dijo del referente del pensamiento ultraderechista y asesor de la Casa Blanca Steven Bannon que «le gusta chuparse su propia polla». Para matizar después: «Yo no soy como él. No me chupo la polla yo mismo». Un lenguaje que nunca imaginaríamos oír de un alto cargo cercano al propio presidente de los Estados Unidos.

Por lo demás, Trump se dedica a poner a parir últimamente al propio fiscal general (equivalente en nuestro sistema al ministro de Justicia), Jeff Sesions, que él mismo había nombrado. Y todo por haberse recusado a sí mismo en relación con el caso de colusión entre la campaña del actual presidente y las autoridades rusas.

De todos los tropezones, el más grave políticamente ha sido la incapacidad de sacar adelante una ley que ´rechace y replace´ el sistema sanitario popularmente conocido como Obamacare, que tantos odios despierta entre los republicanos. Y todo esto mientras este sistema de cobertura sanitaria obtiene cada vez más adeptos entre el público.

Lo más significativo de estos días, sin embargo, es la aprobación por congresistas de ambos partidos, de forma prácticamente unánime, de un conjunto de sanciones a Rusia, Irán y Corea del Norte, que para este primer país requeriría de un complejo proceso para un hipotético levantamiento, una muestra indudable de que el inexorable camino hacia el impeachment de Trump ha dado ya comienzo.