Señor alcalde, tenemos un problema, señor!

- ¿Mande?

- Son los trabajadores del Gaya, señor. Han decidido denunciar al ayuntamiento de Murcia, señor. Por lo de las nóminas.

- ¡Ajá! ¡Como sospechaba! Su propia avaricia los delata, porque a ver, si llevan siete meses sin cobrar, ¿de dónde sacan pal abogao? ¿Quién financia a esta gente? Una pista: Venezuela. No te digo ná y te lo digo tó.

- No hay prensa en la sala, don Pepe, señor.

- Aaah, vale. Bueno, pues te comento: yo con tó y con eso les quería ayudar. Puse su problemilla en el orden del día del último pleno. Pero luego entre que me levanté con mal cuerpo, que Saturno no estaba alineado con Casiopea y que la oposición no me trajo el impreso compulsao pues ya dije quiá, vámonos pá la playa y ya si tal después de verano nos ponemos con esto, que ahora mismo lo veo muy enfurullao.

- ¿No lo ve claro, señor?

- Pos mira, no. Porque pá empezar, ¿qué es eso del Gaya?

- Un museo, señor.

- ¿Pero cómo que un museo? ¿Un museo del jamón?

- No, señor.

- ¿Un museo taurino? Porque ahora pá eso de la Comunidad llueven perras.

- No, señor. Se trata de un museo de arte, señor.

- Atiende, pos que lo llenen de crucecicas de Caravaca y tó el mundo a cobrar, que pa éso también hay panoja, grillaos.

- Me temo que tampoco es posible, señor Ballesta. Se trata de un museo dedicado a la obra del artista murciano Ramón Gaya, señor.

- Tate. Ya salieron. Artistas, culturetas, literatos. Virgen del Pompillo, me tienen encangrenao. ¿Pues sabes lo que te digo? Que monten un craufándin. Que saquen un anuncio pidiendo que los apadrinen, copón.

- ¿Alguna cosa más, señor alcalde?

- Ná. Vámonos de veraneo que nos lo hemos ganao. Y ya en septiembre si siguen con la petera montamos por ahí algo cultural, pa que no se diga.

- ¿Y regalamos pastelicos de carne, señor?

- Tú sí que sabes, artista.

- Por favor, no me llame así, señor Ballesta. Si no le importa, señor.