Estarán de acuerdo conmigo en que ´redondo, da´ es una palabra redonda, como redonda es la vocal repetida que la culmina y la acaba, de pronunciación y escritura circular, cerrada y perfecta, quinta esencia del todo y la nada, como lo son los astros, planetas y otros cuerpos celestes que vemos brillar recortando su figura esférica en el azul del cielo. Como dibujaba Antonio Machado a la luna, que «viene con nosotros, tan oronda, tan redonda». Y así es también el cero, que guarda en sí el todo, cerrado y completo, y, a su imagen y semejanza, todos los números redondos, sin fracciones ni cifras que sobren o falten para una cantidad.

Tampoco olvidaremos que redondos y, por tanto, perfectos son los anfiteatros y las plazas de toros, que facilitan la visión completa del espectáculo desde todos los ángulos; y semicirculares eran también los teatros clásicos y lo son muchas aulas universitarias y buena parte de los parlamentos y asambleas representativas, que facilitan la concurrencia.

Todos sabemos que los caballeros del rey Arturo, suma de la perfección heroica, se reunían en una mesa circular, la más famosa, una mesa legendaria, que era la Tabla Redonda por antonomasia. Y en un nivel más cercano y doméstico, redonda es también la mesa de camilla, círculo de la tertulia familiar, y redondas eran las mesas grandes de posadas y fondas, lugar de conversación y pitanza de huéspedes y comensales que nunca hasta ahora se habían tratado.

Digamos, además, que con tan rotundo vocablo, tan lleno y tan orondo, reforzado con los dedos pulgar e índice formando un círculo perfecto, calificamos de ´redondo´ un negocio bien logrado, una obra de arte perfecta o el éxito en un trabajo arriesgado.