Hoy no es un día cualquiera. Hoy declara ante la Justicia como testigo el presidente del Gobierno por el caso Gürtel. Y no será el único cargo institucional que se siente en el banquillo para dar cuenta de esa red de corrupción política vinculada al PP. Le seguirá Pío García Escudero, presidente del Senado, que también tendrá que dar explicaciones sobre el presunto desvío de millones de euros para financiar ilegalmente a su formación política.

Lo de ´dar cuenta´ es una forma de hablar. Porque sin ser adivino, ya se sabe que Rajoy se limitará a hacer lo mismo que hicieron sus predecesores Mayor Oreja, Arenas y tantos otros: esbozar una mueca de incredulidad y repetir las veces que haga falta la letanía de «no sé, no me consta, lo desconozco».

Sin ser un día cualquiera, tampoco es que un día de finales de julio sea una fecha letal para el compareciente. Eso lo sabe hasta el más tonto. De ahí que el PP haya forzado la máquina para lograr este retraso. Con más de media España de vacaciones, enfrascada en la operación salida o retorno, y la otra mitad intentando desesperadamente sobrevivir un año más a la canícula, el espacio mediático-político se estrecha considerablemente para terminar diluido en la crónica mediático-vacacional.

No todo, sin embargo, iba a salirles a pedir de boca a estos ilustres amnésicos. El socorrido plasma ha sido descartado por surrealista y patético (hubiera sido la risión del verano), y el testigo deberá comparecer en cuerpo y alma. Con una prerrogativa no menor. El presidente declarará sentado a la misma altura que sus señorías en un lateral. Se habrá evitado así, que no es poco, la pena de la 'foto del banquillo', con Francisco Correa, líder de la trama, y el extesorero del PP Luis Bárcenas al fondo.

Aun así, la imagen del presidente ante el juez no tendrá desperdicio. De hecho, será inédita en España. Pero de ahí a que dé la vuelta al mundo va un trecho. Siempre habrá algún tuit de Trump que la contraprograme. Y lo que se dice ´chicha´, la comparecencia va a tener la justa. El fiscal ya ha anunciado, para que nadie se llame a engaño, que considera la presencia del testigo innecesaria; y el interfecto tampoco es que se haya caracterizado hasta ahora por colaborar con la justicia en los muchos casos de corrupción que sangran a su partido.

Así que nos quedaremos con las ganas de conocer qué sabía Rajoy del reparto de sobornos en la calle Génova. Una práctica que Correa conocía muy bien puesto que era él mismo el encargado de «llevar los sobres a la sede y de repartirse el dinero con Luis Bárcenas y con el propio PP». Tampoco sabremos qué conocimiento tenía el líder popular de la trama de facturas falsas, con caja B incluida, que se creó ante sus ojos Ni cuándo y cómo se enteró, tras haber sido secretario general y director de varias campañas electorales, que era la trama Gúrtel la encargada de organizar mítines y actos de campaña, incluido el congreso del año 2004 en el que se hizo con la presidencia del partido.

No es hoy, desde luego, un día cualquiera. Comparece un presidente del Gobierno ante la Justicia. Pero, o mucho le aprietan los magistrados o nos vamos a quedar como si lo fuera.