Aquel voto en contra al Estatuto de Castilla La Mancha que pretendía clausurar el trasvase del Tajo sirvió a Alberto Garre para erigirse como figura icónica de los intereses de la Región. Pocos son los parlamentarios que osan desafiar la disciplina de voto de nuestros partidos tan obstinadamente jerarquizados. De aquello hace ya casi una década. Garre intenta estirar aquel gesto y mantener el aura que le confirió, especialmente en el campo de Cartagena. Hay a quien un solo error lo perseguirá para siempre, como al infausto capitán del Costa Concordia, que un día maldito decidió navegar entre rocas; y hay quien pretende vivir a la sombra de algún llamativo logro, como Garre y su gesto indisciplinado.

Tal es el ansia de Garre por mantener viva la llama de aquel atrevido movimiento, que se lanzó al encuentro de los agricultores cuando éstos plantaron sus tractores en la capital de la Región, hace unos meses. Garre obtuvo más de lo que ansiaba: vítores de «presidente, presidente». El gesto no pudo ser más desafortunado. Tomar como rehén a media ciudad no parece la mejor estrategia de reivindicación. Abrazarse con los responsables del colapso de la ciudad no parece el mejor gesto para inaugurar una anunciada resurrección política.

El escritor Jerónimo Tristante, garrista oficial, escribió en las páginas de este diario una columna en la que afirmaba que la familia de Juan de la Cierva no andaría muy ufana al saber que su antepasado daría nombre al aeropuerto para el que no ahorraba calificativos: fiasco, locura, gamba. El novelista murciano habrá de refinar en el futuro sus mecanismos de información: ha sido de la familia de Juan de la Cierva de quien ha partido la iniciativa. Y no precisamente sin publicidad.

Hemos visto a la oposición disfrutar estos años ante la impotencia del Gobierno regional para poner Corvera en funcionamiento. Han disfrutado comparando a Corvera con aeropuertos inviables, como el de Ciudad Real o Huesca. Como si La Manga fuera Tomelloso. Pero de los autoproclamados regionalistas no esperaba uno semejante discurso. Lo de desembarcar turistas en Elche, junto a Santa Pola o Benidorm, y hablar luego de nuestro malogrado potencial turístico es más propio de podemitas. Para los neorregionalistas también resulta que con San Javier ya iba bien. O con la base de Sangonera la Seca, ya puestos.

Pero para oír eso ya teníamos a lo peor de la oposición. Jo. Qué aburrimiento.