Hemos llegado a tal grado de papanatismo y estupidez que hasta Lou Reed ha sido tildado de homófobo por su canción Walk on the Wild Side (1972) que en su día supuso un triunfo de la liberación sexual porque hablaba de transexuales, chaperos y felaciones. Lou Reed, que nunca ocultó que salía con Rachel, un travestí de origen latino, y en 1989 dedicó su canción Halloween parade a los terribles efectos del sida, ha sido acusado de homófobo desde la University of Guelph, en Ontario (Canadá) porque en un acto de la Asociación de Estudiantes alguien se sintió ofendido al considerar que si se aceptaba que interactuar con personas trans equivalía a «pasear por el lado salvaje» (como dice la canción) se estaba deshumanizando al colectivo.

Un colectivo que ha encontrado en Podemos el vehículo perfecto para llevar al Congreso una proposición de Ley de Igualdad LGTBI (La I alude a los intersexuales) con la excusa de que «las herramientas del Estado de Derecho han fallado para frenar la LGTFobia» y «el derecho penal no es eficaz contra los delitos de odio». Una ley que, de aprobarse tal y como está redactada, puede convertirse en una ley mordaza para ofensas a este colectivo porque, como ha denunciado la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información, «va contra la libertad de expresión, fomenta la censura y es inconstitucional».

Quieren que la proposición, que cuenta con el apoyo de todos los grupos en la oposición, esté aprobada el próximo otoño porque la consideran urgente aunque en once Comunidades autónomas ya hay aprobadas leyes de igualdad LGTBI. Una propuesta legislativa que abre la vía administrativa para castigar con multas de hasta 20.000 euros opiniones en redes sociales y que una administración, no un juez, pueda ordenar la retirada de publicaciones o contenidos que inciten al odio. El texto incluye sanciones de hasta 45.000 euros e inhabilitación de actividades o servicios por un tiempo máximo de cinco años para las personas que cometan infracciones consideradas muy graves contra el colectivo LGTBI, aunque el artículo 510 del Código Penal ya regula los delitos de odio homófobo y los castiga con cárcel. Además, el texto registrado en el Congreso establece que aquellos hechos que un juzgado no considere delito puedan ser sancionados después por la vía administrativa. Pretenden que el funcionario de turno dictamine dónde acaba la libertad de expresión y empieza el delito de odio. Un disparate.

La proposición de ley propone la creación de un fiscal especial para delitos de odio y «la inversión de la carga de la prueba» de tal forma que en caso de denuncia, el demandado deberá probar que no insultó, despidió o no contrató a un homosexual, lesbiana, bisexual, intersexual o transexual por su orientación o identidad sexual.

Ámbito educativo. En el ámbito educativo, la atención a la diversidad sexual, de género y familiar estará incluida como materia evaluable en los exámenes de acceso a cuerpos docentes y en todas las asignaturas y cursos desde Primaria hasta Secundaria se implantarán ejercicios y ejemplos sobre diversidad sexual y de género. Las universidades formarán a todo el profesorado, personal y alumnado sobre diversidad sexual e ideología de género y los planes de estudio ofrecerán asignaturas y cursos específicos sobre realidad LGTBI, lo que convertirá en una broma la asignatura de Educación para la Ciudadanía de Zapatero que tan duramente criticó el PP de Rajoy que ahora, al parecer, se muestra proclive a apoyar el citado proyecto de ley tras reconciliarse con el colectivo LGTBI durante la pasada edición del World Pride de Madrid; un evento donde los políticos de casi todos los partidos se dieron codazos por dejarse ver y ser vistos. No es casualidad que Ciudadanos escogiese esa semana para registrar en el Congreso su propuesta de ley para regular la gestación subrogada que demandan muchas parejas homosexuales.

Los medios de comunicación incluirán en su programación, para todas las franjas de edad, la diversidad de orientación sexual, identidad y expresión de género (eso incluye a Pepa Pig, Dora Exploradora y Bob Esponja); en las competiciones deportivas, dice el texto, «se respetará a las personas transexuales y transgénero de acuerdo con su identidad sentida a todos los efectos», con lo que no se sabe muy bien si él, que ahora se siente ella, podrá competir en atletismo frente a otras chicas, por poner un ejemplo. En caso de petición de asilo por razones de diversidad sexual no se podrán exigir medidas de prueba de la orientación sexual o de la identidad de género. El Estado y las Comunidades autónomas, dice la proposición de ley, promoverán espectáculos y producciones culturales para todas las edades que visibilicen la diversidad sexual y, con ese objetivo, también se colocarán monumentos en las calles y plazas alusivos a la realidad LGTBI.

La propuesta también contempla (y esto es grave) que a partir de los 16 años los menores que crean ser transexuales podrán prestar por sí mismos el consentimiento informado para acceder a la reasignación sexual quirúrgica, es decir podrán cambiar de sexo sin el consentimiento y conocimiento de los padres; y a partir de la pubertad (el texto registrado en el Congreso no explicita edad aunque se estima que la pubertad comienzan alrededor de los 10 y 11 años) podrán prestar por sí mismos el consentimiento informado para acceder a bloqueadores hormonales, justamente la edad en la que miles de niños en España, por ejemplo, necesitan ortodoncia por razones de salud y no la tienen porque no está incluida en el catálogo sanitario público y sus padres no pueden pagar los 3.000 euros aproximadamente que suele costar. Encantados estarían esos niños de prestar por sí mismos el consentimiento informado para acceder al arreglo de la dentadura de estar cubierto por la Sanidad pública, pero incluso así son menores de edad y sus padres deberían dar el consentimiento.

Además, el Estado y las Comunidades autónomas, propone Podemos, garantizarán la existencia de fondos bibliográficos sobre temática LGTBI en todas las bibliotecas públicas de poblaciones superiores a los 20.000 habitantes y se creará un Centro Nacional de Memoria Histórica LGTBI que repasará la historia de represión sufrida por el colectivo en España.

Y para vigilar que la ley se cumple: más burocracia y más gente a sueldo público. Se creará una Agencia Estatal contra la Discriminación Sexual e Identidad de Género independiente del Gobierno y una Comisión Interministerial de políticas LGTBI adscrita al ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

Reivindicaciones y excesos. Han pasado 47 años desde los disturbios de Stonewall (Nueva York) que marcaron el inicio de la liberación homosexual y justificadamente dieron lugar al Día del Orgullo Gay tras años de terribles redadas policiales y persecuciones contra los homosexuales por parte de los poderes públicos en Estados Unidos, pero aquellos actos que empezaron para reivindicar abiertamente tolerancia, igualdad de trato, respeto y dignidad para ese colectivo han derivado en desfiles plagados de excesos que hacen que se avergüencen muchos homosexuales y no creo que ayuden a normalizar la homosexualidad en los países donde les persiguen y castigan, al contrario.

Cuesta entender qué dignidad y respeto puede exigir quien no se respeta a sí mismo y se pasea desnudo por la calle a plena luz del día con una bandera arcoiris asomando del culo como se vio en Madrid. Se han convertido en desfiles de tangas, tacones y carrozas con bula para traspasar determinados límites morales, éticos y estéticos en un intento por transmitir a los más jóvenes la irreal sensación de libertad y barra libre que conlleva todo lo LGTBI. Dicen que es la repuesta al aumento de la LGTFobia que asegura el colectivo se está dando en España, aunque de los 1.272 delitos de odio que Interior contabilizó en toda España en 2016, 230 fueron por razones de orientación e identidad social. Los delitos de odio relacionados con la discapacidad y el racismo y la xenofobia siguen en cabeza. Digamos que lo que en realidad aumenta en este país es la mala educación de muchos jóvenes desprovistos de valores y de principios en una sociedad huérfana de referentes públicos ejemplares y honorables que encuentran divertido faltar al respeto e incluso agredir al diferente ya sea homosexual, gordo, gitano (su historia tampoco se incluye en los libros de texto españoles), negro, moro, discapacitado o simplemente pobre (aporafobia se llama el odio al pobre). La homofobia no se frena con censura ni con leyes que pueden tener el efecto contrario al deseado.

La legítima reivindicación de una causa justa, sea cual sea, no debería conllevar zafiedad, grosería y exceso en ninguna parte y circunstancia. La orientación sexual de cada uno no es motivo de orgullo ni de vergüenza. Forma parte de la vida privada de cada cual. Debería ser un aspecto irrelevante, pero esa proposición de ley persigue adoctrinar e intenta imponer a una mayoría lo que en realidad atañe a una minoría en un país donde hace doce años que se aprobó la Ley de Matrimonio Homosexual y diez de la Ley de Identidad de Género. ¡Será por leyes!

Me atrevería a decir que una mayoría silenciosa opina que quizá nos estamos excediendo queriendo normalizar con otra ley algo que ya es normal en España y que esa proposición de ley discrimina positivamente algo subjetivo como la preferencia u orientación sexual, pero callarán por miedo a ser etiquetados. Solo unos pocos se opondrán abiertamente a una propuesta que atenta contra derechos constitucionales y supone una descarada injerencia en la libertad de educación de los padres porque intenta imponer la ideología de género.

En los próximos meses veremos cómo respiran los partidos políticos en el Congreso. Ciertamente ningún otro colectivo social en España logra tal derroche de explícita adhesión política y ya no hay partido o sindicato que no saque una carroza el día del 'orgullo', una palabra (orgullo) secuestrada por el colectivo LGTBI que ya es sinónimo de «no te prives».

Puede que haya quien piense que este artículo de opinión debería ser censurado. Lo lamentaré porque significará que no me he expresado bien o que el grado de estupidez al que se precipita nuestra acomodada sociedad no tiene límite, pero como cantaba Gloria Gaynor, I will survive.