Mi amigo Angelote se está poniendo cachas. Si hasta ha contratado un entrenador personal y no para de practicar deporte. En realidad, lo de hacer flexiones y abdominales y lo de jugar con todo tipo de pelotas y balones ha sido la alternativa a la que ha recurrido en un país donde las opciones no son muchas, aunque si hay algo que siempre ha sido Angelote es optimista y narra con entusiasmo las experiencias que está viviendo en una tierra preciosa, en la que le ha tocado pasar una temporada por motivos de trabajo. Kike y yo le escuchamos con interés y alucinamos cuando comenta alguna de las costumbres retrógradas o prohibiciones arcaicas de la zona. Y aunque Angelote es plenamente consciente y el primero en denunciar lo que todos a este lado del globo consideramos injusticias y abusos, opta por no hacer leña del árbol caido. En cambio, nos dice que mientras algunos compañeros europeos se lamentan de las limitaciones a las que están sometidos por las normas del país donde residen provisionalmente, él prefiere disfrutar de lo que sí puede hacer. Tan estupefactos estamos ante ciertas situaciones que nos relata que sentencia: «Es otro mundo».

El propio Angelote me pasa días después de ese encuentro el enlace a una noticia de esas que, nada más leerlas, dudas de si son veraces o una mera exageración: «Científicos árabes admiten que la mujer es mamífero, pero no humano». Mi sorpresa e indignación se acrecientan al leer más abajo que una defensora de la mujer trata de autoconvencerse de que es un gran paso para ellas, porque se igualan a camellos, dromedarios y cabras, mientras que antes eran consideradas sólo objetos.

Para los que vivimos en este mundo, lejos de ese otro en el que no hubiéramos elegido nacer, noticias como la citada son auténticas atrocidades, que reflejan una absoluta falta de derechos y hasta de humanidad.

En nuestro mundo, no consentiríamos comportamientos y decisiones que contemplamos en esos otros mundos que, como decía el poeta Paul Eluard, están en este.

Deberíamos celebrar todos los días que disfrutamos de la vida en un país y en una sociedad que nos protege con derechos fundamentales. Sin embargo, también nos corresponde cumplir con nuestros deberes, entre los que uno más que relevante es, precisamente, defender nuestros derechos ante quienes pretendan arrebatárnoslos y pisotearlos.

La corrupción ha vuelto a darnos una semana más un espectáculo lamentable. Al confirmado por la Policía suicidio de Blesa, a la detención e ingreso en prisión de Villar, se ha sumado nuestra exalcaldesa Pilar Barreiro, a quien la Fiscalía del Tribunal Supremo pide que se investigue por su supuesta vinculación con la trama Púnica. Y ese es el problema, que ya lo metemos todo en el mismo saco, que la corrupción se ha convertido en un totum revolutum en el que todo el que cae en sus garras es culpable, incluso aunque, cuando todo el daño está ya hecho, lo absuelvan.

En este delicado asunto, hay casos que claman al cielo y Dios me libre de juzgar cuáles. Sin embargo, creo que el error de otros políticos que se han eternizado durante años en el poder puede ser que se hayan creído que esa longevidad en el mandato les permitía tomar decisiones porque sí, pero de ahí a llevarse el dinero a espuertas van muchos pasos.

O quizá solo sea que nuestra sociedad tampoco es tan perfecta y sumamos a tantos derechos el de abusar del otro: algunos políticos y algunos banqueros, de los ciudadanos; algunos hombres, de las mujeres; algunas mujeres de los hombres; algunos padres, de sus hijos; algunos hijos, de sus padres; algunos empresarios, de sus trabajadores; algunos trabajadores, de sus empresas...

Como mi amigo Angelote, creo que debemos evitar hacer leña de los árboles caídos y ser optimistas para poder disfrutar de la vida, pese a las limitaciones que tenemos por ser humanos, hombres y mujeres. Así que a hacer deporte y a quemar toxinas, porque con menos veneno en el cuerpo, quizá podamos cambiar este y otros mundos.