Aprobaba yo sin reservas la negativa de Podemos a que estuvieran presentes los de El País en un encuentro informativo celebrado en Madrid, y me regocijaba de que ese periódico tan meritorio bramara y se rasgara las vestiduras por esa exclusión pese a que ha constituido en una de las directrices básicas de su política informativa el no dar tregua a la formación morada, cuando me llega un solemne pronunciamiento negacionista de Podemos Aragón sobre los efectos en la salud de los campos electromagnéticos. Vaya, me dije, otra de indios (estos chicos?).

Me ha perturbado especialmente esta constatación formal de ignorancia porque me pilló viniendo tan contento de Plentzia (Vizcaya), de unas reuniones de apoyo al Ayuntamiento que, por unanimidad, ha aprobado redactar una ordenanza sobre instalaciones radioeléctricas que tenga en cuenta las recomendaciones más prudentes en cuanto a exposición a estos campos de los ciudadanos de la villa, en valiente desafío a la legislación estatal (que es frívola, lacaya e irresponsable). Y aunque ya tenía idea de cómo pensaba Podemos Nacional, me dije que con lo que cuesta un modesto triunfo en este ámbito llegan estos modernos y se plantan en los años 90.

La cosa viene, en efecto, de Podemos Aragón, que recientemente presentó en las Cortes aragonesas una Proposición No de Ley reconociendo como un posible peligro para la salud la exposición a ondas electromagnéticas como las emitidas por teléfonos móviles o dispositivos wifi e instando al Gobierno de Aragón a reducir, en virtud del Principio de Precaución, la utilización de dispositivos de este tipo en los centros educativos de esa Comunidad Autónoma. La tal Proposición No de Ley fue impulsada por los colectivos sociales aragoneses y, a través de Podemos, aprobada en la Comisión de Sanidad sin oposición de ningún partido. Pero a continuación vino la rebaja de la mano de los máximos responsables de Podemos Aragón, que señalaron que esa Proposición «se saltó por error los controles políticos y técnicos establecidos tanto por el Consejo Ciudadano como por la dirección del Grupo Parlamentario, aunque ambos órganos emitieron recomendaciones en contra de su presentación». Así que se desinfló el gesto, que era valiente y oportuno.

Dejemos aparte la interesante disfunción intraparlamentaria y de censura interna que el caso muestra y vayamos a la fundamentación de tan drástica resolución, porque la nota oficial señala que el caso electromagnético aludido (uso rampante del wifi en centros educativos regionales) no cumple las condiciones que llevarían a pedir la aplicación del Principio de Precaución, que impone medidas de cautela y prudencia cuando las cosas no están muy claras pero los riesgos potenciales son evidentes. Lo mejor de todo es que la nota reconoce la pertinencia de aplicar tal Principio de Precaución cuando se dan ciertas condiciones, pero tras enumerar limpiamente estos supuestos, concluye en que no es de aplicación tal Principio, cuando la lógica textual y sobre todo material debiera hacerles declarar: «Así que este es el típico caso en que se debe aplicar el Principio de Precaución». Pero qué va.

Se trata de un caso de redacción política falaz e hipócrita, tan al uso en el mundillo degradado de la política convencional y sus mercachifles preparados para decir que lo blanco es negro y que la izquierda está a la derecha. La nota concluye en que lo blanco que acaba de citar es sin embargo negro, después de expresas protestas sobre que «Podemos Aragón considera positivo canalizar las demandas de la sociedad civil, reconociendo que los síntomas que presentan las personas en el caso que nos ocupa son reales y son dignos de ser estudiados y tratados». Que es como decir: «Tenéis razón y hacéis bien en protestar, estamos con vosotros (y queremos que nos votéis), pero os decimos que no». ¡Qué tíos!

Me voy a interesar por localizar al genio político, de entre los líderes de Podemos Aragón, que ha redactado esta nota, de fecha 27 de junio. Pero con más empeño todavía voy a enterarme quién o quiénes marcan la pauta del negacionismo electromagnético en Podemos Nacional, que es donde sin duda radica la generación de lógicas y actitudes tan sorprendentes acerca de un típico problema de la sociedad tecnológica, tan erizada de problemas y de riesgos poco discutibles que no resulta nada fácil admitir de un partido progresista una cerrazón de esta índole, que exhibe dogmatismos e inmadureces tan llamativos.

Que hay que ser muy incompetentes para no prestar la debida atención a una situación radicalmente nueva de nuestro ambiente, como es la recarga incesante de energía radiante electromagnética en las últimas décadas, y llegar a pensar, como la ciencia del establishment instituye, que eso no tiene por qué afectar a los humanos. Como si se pudiera dejar de lado que los humanos somos seres esencialmente bio-electro-magnéticos, en permanente e intensa relación química y física con el entorno y los agentes químico-tóxicos o físico-elecromagnéticos que nos envuelven.

Tampoco es disculpable que se mire hacia otro lado cuando la mayor parte de las instituciones científicas que vienen tratando este tema llaman la atención sobre la vulnerabilidad a la radiación electromagnética de las poblaciones más jóvenes (concretamente las escolares), recomendando restricciones y, en definitiva, prudencia.

Tengo que localizar, ya digo, el foco dentro de Podemos que desafía todo esto tan alegremente. Para comprobar si se trata de un grupo activo científico-tecnológico, de los llamados ahora escépticos pero que en realidad son negacionistas; o de tipo económico-financiero, más o menos relacionado con el sector de las telecomunicaciones, tan tentacular y eficiente; o incluso ecologista, lo que no descarto dada la presencia en ese partido de la 'filosofía' de Greenpeace, que sigue insensible a este problema tan serio y esta polémica tan jugosa (que, bien es verdad, no produce réditos mediáticos y yo diría que tampoco político-electorales. Ya es mala suerte).