Hace unas fechas apareció en las redes sociales un anuncio que decía: «Buscamos 18 personas de 25 a 50 años para hacer de figurantes (relleno) en la presentación de un libro. Tiempo, 2 horas aproximadamente. Algunas de las personas deberán participar en el coloquio haciendo 4 preguntas y hacerse fotos con la autora. La recompensa económica será de 20 ? más 12 ? para comprar el libro». Finalizaba con estas palabras: «Total privacidad, por favor».

Al leerlo, me pareció lógico. Me dije: Alguien preocupado quiere que la presentación, a ojos de la autora, sea un éxito (Me confiesa la autora: «La noticia que corre por las redes es falsa, y me parece increíble que un periódico como El Confidencial haya publicado tal sarta de mentiras, porque conmigo no han intentado contactar para, como mínimo, contrastarla»). ¡Dieciocho personas! ya quisiera yo que en las presentaciones que realizo hubiese de media este número. No me extraña nada dicha llamada; eso sí, el coste se elevaría a 576 ? si se cubren todas las plazas, ya que el interés por las presentaciones cada vez es menor. ¿Razones? Cada uno puede esgrimir la que crea más oportuna: No me va bien la hora. Es mal día. Coincide con un partido de fútbol. El autor no me interesa?

Para quien esto redacta la razón más poderosa y la que cada vez toma más cuerpo es: El autor no me interesa». Si no es mediático o famoso la cosa está cruda. Teniendo en cuenta que el 99,99% de las presentaciones se nutren de autores conocidos en su casa a la hora de comer y cuya aportación a los anales de la literatura es más bien nula, no me resulta extraño que el personal de a pie se retraiga. Está dándose un fenómeno muy curioso y es que el equilibrio escritor-lector se está inclinando hacia el escritor, habrá un momento en el que el número de escritores supere al de lectores. De un tiempo a esta parte todo el mundo escribe libros, la gran mayoría autoeditados o editados por editoriales pequeñas que carecen de un departamento de comercialización y publicidad. Me pregunto a menudo: ¿por qué todo el mundo quiere escribir un libro? La respuesta más rápida es aquella de que en esta vida nadie debe pasar a la levedad eterna sin haber plantado un árbol, tenido un hijo y escrito un libro. No se me ocurre otra cuestión.

También hay que tener en cuenta el lugar de residencia. Centrémonos en Cartagena, desde donde escribo, que no es la capital regional ni nacional. Por eso querer presentar un libro de un foráneo en el plazo de dos semanas, por ejemplo, en dos puntos distintos de la ciudad es un disparate porque a la primera ya han asistido todos los obligados, y a veces ni esos, familiares, allegados y amigos, por mero compromiso, y no hay más. No nos engañemos, a la segunda no asiste nadie, tal vez algún despistado. Esto último ocurrió hace unos días: Recibo una nota a través de Facebook diciendo que una determinada presentación se ha suspendido en la librería X. Raudo me dirijo a la, en este caso, autora y le pregunto los motivos de dicha suspensión y me responde: «Se ha hecho, pero éramos dos y el de la guitarra. Se ha vendido un libro, por lo menos algo es algo». Sin cometarios.

Por otra parte hay que cuidar las presentaciones para que resulten interesantes y no se conviertan en un suplicio. Las mismas la deben efectuar personas que sepan de qué va el asunto y no quieran ser el presentado en lugar del presentador, como ha ocurrido y ocurre en algunas a las que he acudido cómo público. Cada uno debe dedicarse a lo que sabe y conoce. Otra cosa: No puede salir un libro de imprenta o llegar al autor a las dos del mediodía y presentarlo a las ocho de la tarde, seis horas después, y pretender que el público haga preguntas sin haber leído el libro. Aún habiéndolo leído tampoco pregunta. Por esta y otras razones hay un vacío tremendo en estos actos. Personalmente, como presentador, he tenido los dos extremos: autor que se empeña en presentar su libro un Lunes Santo a las doce del mediodía en Cartagena. Resultado, él y yo solos. En otra ocasión hubo que cerrar las puertas del lugar donde presentaba, gran aforo, un 'enfrentamiento' entre dos autores conocidos y mediáticos porque no cabía ni un alfiler más. Si no queremos que las presentaciones desaparezcan, reflexionemos y que cada uno aporte ideas. No nos creamos el ombligo de la literatura nacional, borraja hay mucha. Luchemos por desterrar el 'se buscan figurantes'.