Maruja Pelegrín no sabe lo que dice. Eso de que Pedro Antonio Sánchez sólo dimitirá de la presidencia del PP si hay sentencia firme en alguno de los casos que lo tienen al borde del banquillo. Si lo dice, será porque alguien le ha dicho que lo diga, ya que esta señora no se ha distinguido en su larga carrera política por mantener iniciativas propias. Esta ocurrencia sería la primera. Pero quien la haya instado a comunicar que PAS se apresta a tan penosa como absurda disposición a la resistencia está fuera del tiesto.

El actual presidente del PP tiene los días contados en el cargo, y lo saben todos en ese partido, incluido él mismo, menos Maruja Pelegrín, a pesar de ser la secretaria general. Dimitirá a la misma hora en que le comuniquen que se confirma definitivamente su pase a juicio oral para alguno de los dos casos en que está imputado, una vez cumplidos los trámites intermedios desde la publicación de los respectivos autos de los jueces instructores, trámites acerca de los que no existe duda de que concluirán con su conducción al banquillo.

Se puede suponer que el caso Púnica será el primero en llegar, precisamente el que PAS no esperaba tener que sortear y que sin embargo le costará formalmente el cargo.

De los dos casos, Púnica es el más temprano en el cierre de la instrucción, va por delante en plazos respecto al caso Auditorio, y además probablemente en éste los abogados de la acusación todavía quieran apurar la recuperación de inculpaciones para algunos protagonistas inicialmente implicados que el instructor ha dejado libres de sospecha. Es curiosa esta insistencia en la exhaustividad cuando la pieza principal ya está cobrada; tal vez se trata de prolongar la causa para ir acercando su resolución final a zonas más calientes del calendario electoral.

En pocas semanas.

La dimisión de PAS se producirá, pues, en pocas semanas. Los mismos que desde Génova hacen declaraciones de apoyo total a su continuidad, llegado el caso le reclamarán la renuncia, aunque intuyo que no será necesario que lo hagan. Otra cosa es si junto al liderazgo del PP abandonará también su escaño de diputado. Según los estatutos de su partido, en el momento de apertura de juicio oral perderá la condición de militante (sería extrañísimo que hicieran excepciones a la norma sin elementos extraordinarios consistentes que lo justifiquen, pues el PP carecería de autoridad para hacer cumplir sus propios estatutos a otros de sus dirigentes o militantes), de modo que de pretender continuar deberá hacerlo en el Grupo Mixto. El PP no puede obligarlo a abandonar el escaño, que es nominal, de modo que en tal caso los populares no tendrían que hacer frente a presiones externas. La voluntad de PAS quedaría ya fuera de su alcance.

Hay que entender que más que el prurito de mantener esa conexión con la vida política, que se extinguiría definitivamente en el plazo de dos años, si PAS decide mantener su plaza de diputado será por cálculos acerca de lo que más convenga a su defensa judicial por las circunstancias de su aforamiento y el distinto tribunal que por esa excepción jurisdiccional debiera resolver sobre sus casos. Pero al margen de esta cuestión, la prolongación de su presencia en la política sería un esfuerzo inútil que todavía agravaría más el deterioro de su imagen. Sólo podría salvarlo un milagro celestial, más imposible porque ya se ocuparía José Luis Mendoza de interceptarlo, o con el tiempo y una caña, dos absoluciones sucesivas y una posible tercera de la pieza separada del caso Auditorio cuya instrucción todavía no ha hecho el camino.

Hay un antecedente, el del melillense Imbroda, quien aguantó en la presidencia de la ciudad autónoma con una imputación hasta llegar al Supremo, que archivó su caso y facilitó que después barriera en las elecciones. Todo es posible, pero estos son otros tiempos, el escrutinio de las responsabilidades políticas es más acusado, y Murcia, con ser poco, es algo más visible que Melilla, además de que los populares, aun vivitos y coleando, llevan ya demasiada carga como para aguantarlo todo.

Tal vez por esto, en el PP murciano, cuya dirección está diseñada a imagen y semejanza de PAS, ya empieza a interiorizarse que les tocará jugar en su ausencia, por mucho que a algunos les cueste aceptarlo. Lo que el PP no va a hacer, y menos en la situación en que está esa casa, es arrastrar con PAS sin beneficio final para éste ni para el partido, agrandando el daño para los dos. Eso se da por descontado.

La dimisión, ya digo, se producirá en pocos días o semanas. Como mucho, y aun teniendo en cuenta la ralentización que provoca el verano, a primeros de septiembre. Y de inmediato, habrá que reponer la presidencia. Hay cierto ruido sobre esta cuestión, pero las nueces está plenamente identificadas. El nuevo presidente, que lo será excusando la convocatoria de un congreso, no podrá resultar otro que Fernando López Miras.

López Miras, sin remedio.

La ´vieja guardia´ está tan quemada como el propio PAS, incluso judicialmente, aun sin una acumulación tan extrema, pero a la espera de desfilar ante los tribunales, donde la mayoría de los cabecillas ya ha hecho sus pinitos. Y sólo faltaba que los que han dejado la inmanejable herencia a la generación de relevo, volvieran a primera línea para animar el recordatorio de que sigue gobernando el PP de las grandilocuentes políticas irresueltas y los grandes expresos europeos. El mejor futuro para la ´vieja guardia´ consiste en rumiar nostalgias por los restaurantes de la huerta, evocar aquellos viajazos y cacerías gratis total y seguir disfrutando, algunos, de lo que se han llevado. Por ahí no caben sorpresas, aparte de que muchos, sabiéndose fuera de juego en el PP hace tiempo que emprendieron la práctica de la descolocación.

El conjunto del partido está tan estupefacto que no parece que admitiría nuevos experimentos, ni con el regreso de la vieja guardia ni con el reposicionamiento de las piezas de la nueva. López Miras, les guste más a unos y a otros menos, ya está ahí. Diseñar otra bicefalia supondría crear un seguro conflicto más a la corta que a la larga. Y tendrían que explicar a la sociedad los motivos por los que consideran que el actual presidente de la Comunidad es el ideal para administrar los asuntos de los murcianos, pero prefieren a otro para que se encargue de los de la organización a que pertenece. Es cierto que la percepción sobre López Miras es que está crudo y a disipar esa impresión no ayuda su predisposición a sobreactuar, un efecto que sólo te puedes permitir si eres Jack Nicholson. La alternativa ya está trazada, y colocar en la cúpula del PP a un presidente que no fuera el de la Comunidad sería tanto como hacer exhibicionismo de la crisis interna. Por otro lado, la estructura del partido no tiene fisuras para ese relevo por razones prácticas, y todas las instancias son pedroantonianas: la propia dirección regional, el Grupo Parlamentario autonómico, los diputados y senadores, la mayoría de los alcaldes y presidentes locales...

Pero lo cierto es que elevar a López Miras al liderazgo contiene un riesgo estratégico. Hasta ahora, no era seguro que se presentara a las elecciones de 2019: dependería de una posible recuperación de PAS o de unos buenos resultados de su gestión bienal. Pero si cuando se aproxime la hora de tomar esa decisión las encuestas o las previsiones lógicas lo abrasan ¿cómo podría dejar de presentarse siendo el presidente regional del partido? Las mismas piezas argumentales que sirven ahora para señalar a López Miras como el relevo más lógico en la presidencia del partido servirían también para que desde ella optara a las urnas de las próximas autonómicas, pues de no hacerlo se enviaría un mensaje implícito de fracaso de la gestión inmediatamente anterior, lo que no es el mejor pasaporte para afrontar una campaña electoral que será más reñida que ninguna. Por tanto, el PP tiene que hacerse a la idea de que la ´solución improvisada´ de López Miras (el protagonista del Plan B a PAS que ´nunca existió´) es la definitiva, y ahí debe poner todos los esfuerzos. Esa impresión, sin embargo, es la que causa cierta inquietud. Algunos preferirían dejar las decisiones importantes para cuando llegue el momento, pero los acontecimientos no han dejado lugar a la espera. Este mismo verano el PP tendrá que dar solución a su liderazgo en la Región de Murcia, y si no quiere prolongar el espectáculo de hacer malabares sobre el alambre tendrá que apostar contundentemente por López Miras, esta vez con la esperanza de que madure y tenga suerte.

Maruja Pelegrín no sabe lo que dice cuando afirma algo así como que ni el agua, el viento, la tierra o el fuego forzarán la dimisión de PAS como presidente del PP. Quien le haya dicho que lo diga está tan desorientado como ella misma cuando se presta a decirlo. O tal vez es que Pelegrín se muestra tan temeraria en sus afirmaciones al respecto porque responden a un deseo, el de no verse, siendo ella la número dos, adelantada por el tercero del escalafón para sustituir al primero. Hay veces en que los eternos número dos sueñan con ovejas eléctricas.