Si usted anda anclado en el carajillo, la paloma y la copa de Soberano, le diré que, según los nuevos usos, sus relaciones sociales no irán más allá del bar de pedanías o de la cantina del hogar del pensionista. Por la misma regla de tres si, siendo más moderno, fue dado al cubata y al dos con una, en vaso largo y estrecho, debe aceptar que es usted una reliquia del pasado que recuerda al chulo de discoteca o al progre gustador de los conciertos primerizos de Leño y Ñu.

Sepa, pues, que el nuevo canon de la moda en cuestiones del bebercio y, por consiguiente, de la relación y el éxito social, está en la adicción al gin-tónic como bebedor y, del todo primero, en ser experto, bartender y masterchef en el conocimiento de los utensilios, ingredientes y ritual de preparación del renovado mejunje, de manera que pueda usted pontificar sobre la prevalencia de las copas de balón o del vaso ancho, sobre la morfología, ventajas e inconvenientes de la cuchara imperial para airear el producto, acerca del tamaño y la calidad de los hielos, etc.

Pero, principalmente, ha de ser usted un memorilla conocedor de decenas y aun centenares de ginebras, sobre todo exóticas, capaz de recitar sus nombres, distinguir sus cualidades y, sobre todo, ser capaz de mencionar el número de ´botánicos´ de cada una, e incluso enumerarlos de corrido. Y no se quede atrás a la hora de conocer y acopiar las mil y una tónicas, clasificadas por sabores, colores y formatos. Todo como premisa para llegar a lo principal: a los ´botánicos´ añadidos a la combinación, ya sean convencionales rodajas o modernas cortezas de cítricos prendidas de la copa, hasta todo un muestrario de hortalizas, especias y ultramarinos que usted conservará en lujosos estuches de madera o en los prácticos kits del Mercadona, sin olvidar el colmo del refinamiento, dado por un empedrado de chuches y gominolas ahogadas en el ya saturado líquido.

Si usted prepara con elegancia estos brebajes, si los bebe con delectación en la gintonería y, además, es capaz de aporrear al género humano con su sabiduría sobre esta no sé si nueva ciencia o arte, será usted admirado en persona y seguido como el flautista de Hamelín en las redes sociales. Si no, abandone toda esperanza, que dijo el clásico.