De todos los medios de comunicación clásicos, la radio es el que mejor ha aguantado la irrupción de internet y las nuevas tecnologías de la información. Su propia senclllez y casi precariedad tecnológica le permite una enorme ubicuidad y unos costes de distribución de sus contenidos muy bajos. La radio está en todas partes y, sobre todo, en los coches, ya que es el único medio que nos permite simultanear la conducción con el acceso a sus contenidos. Además, impone su presencia porque «no se pueden cerrar los oídos, ni oir para otra parte».

La radio en el coche tiene, sin embargo, un gran punto débil. Y es que el modelo técnico de difusión de la señal de radio imperante, la frecuencia modulada, provoca que la señal tenga poco alcance relativo, y se vaya perdiendo mientras que viajas de una a otra ciudad, especialmente en los espacios entre ellas. Existe una tecnología que podría haber solucionado este problema, y es la radio por satélite. Los fabricantes de coches se comprometieron hace muchos años a intalarla por defecto en todos los nuevos vehículos, pero no lo han hecho. Otro problema de la radio es que ha llegado a unos niveles de saturación publicitaria claramente irritantes, incluso para un publicitario profesional como yo. En parte esto deriva de la necesidad de compensar los enormes contratos de los grandes comunicadores y los equipos humanos que acarrean

Afortunadamente, el podcast, un invento curioso de esta nueva era tecnológica, nos permite descargar los programas de nuestros comunicadores favoritos liberados de una parte considerable de la publicidad. También facilita oir los programas con un sonido prístino cuando te lo descargas de iTunes, por ejemplo, aunque atravieses las montañas más altas, los valles más profundos o las planicies más desiertas. Personalmente, el podcast me ha devuelto el placer de escuchar la radio. Un descubrimiento que hoy quería compartir con el personal.