Perdón por destrozar el verso de Neruda. Pero venía como anillo al dedo para ponerle una imagen 'poética' al embrollo de PAS y no he podido resistir la tentación. Por definición, la enredadera es una planta trepadora que crece aferrándose a lo que encuentra a su alrededor. Y por definición, Pedro Antonio Sánchez es un político que lleva sobreviviendo meses, años, aferrándose a los cargos que ha ido acumulando. Dejó, sí, la presidencia de la Comunidad, pero tras una resistencia numantina, y sólo cuando Génova lo dejó caer. O cuando Rajoy lo echó, si se prefiere. Siguió enganchado, sin embargo, a su acta de diputado y a la presidencia del PP regional, confiado en que su calvario judicial algún día se despejaría y podría regresar de su exilio interior para recuperar el trono perdido.

Ese regreso triunfal se aleja para él, lamentablemente, con la misma tenacidad que se aleja el horizonte cuando vamos a su encuentro. Si algún día pensó hacer con López Miras (¡y vaya si lo ha pensado!) el mismo paripé que hizo Putin con Medvedev (ponerlo de presidente para que le guardara el sillón hasta que legalmente pudiera volver a ocuparlo), su decepción debe ser en estos momentos mayúscula. Si algún día pensó (¡y vaya si lo ha pensado!) lanzar desde algún balcón de San Esteban el mismo grito de victoria de Josep Taradellas, Ja sóc aquí, ante una muchedumbre entregada, su gozo sólo podrá quedarse ahora en un pozo.

El segundo auto de procesamiento en su contra en apenas un mes, primero en la Púnica y ahora en el Auditoriogate, le coloca al pie de los caballos tanto en la Asamblea como en su partido. Y puede que no sea el último. El siempre bien informado Ángel Montiel deja entrever que la pieza separada del Auditorio, que se tramita en un juzgado de Lorca, podría complicar «más pronto que tarde», y si cabe más, su situación procesal.

No es de extrañar que ante este nuevo revés judicial la oposición en bloque le haya exigido la renuncia como diputado. Es lo menos que se le puede pedir a quien se halla en el ojo de la Justicia acusado de haber cometido supuestamente graves delitos de corrupción. Ya sea, como dice el PSOE, «para enfrentarse al juicio oral sin ampararse en ningún privilegio político ni en el aforamiento», o como advierte Ciudadanos, «para que la imagen de nuestra Región no siga siendo arrastrada por el fango».

Apegándose a sus cargos como una enredadera, Pedro Antonio Sánchez ha buscado su supervivencia política, algo que desde el punto de vista personal se puede entender, aunque no compartir, por el daño que le ha hecho a la región. Lo que resulta absolutamente elucubrante es la obcecación del PP por seguir manteniéndolo en su cargos contra viento y marea, contra todo y contra sí mismo. Especialmente acertado ha estado Urralburu al apuntillar que de «continuar manteniéndolo como diputado, toda la responsabilidad penal y política de Sánchez será la del PP».

Cuesta creerlo, pero dicen por ahí que en el partido de Valcárcel muchos se están rindiendo ya ante la evidencia. Que, como decían Los Módulos, en aquella canción memorable, muchos están pensando «que ya llegó la hora, que ya llegó el momento de alejarse» de él. Pero no lo duden, este 'animal político', en el buen sentido de la palabra, seguirá buscando aferrarse a sus cargos como una enredadera, o como algo menos 'poético', como una lapa.