Leo la noticia de que el magistrado Pérez-Templado no solo no ha archivado el caso Auditorio, sino que lo ha dejado a un paso del juicio oral, y no consigo salir de mi asombro. Porque desde hace unos meses vengo escuchando a sesudos analistas y eruditos de tertulia televisiva decir que, como el citado juez habia sido sorprendido en el centro de Murcia tomándose unas cañas (gran ejercicio este de investigación periodística que se estudiará en las facultades) con un tal Cosme, que es vocal de la directiva del PP, se iba a pasar por el forro su profesionalidad y el prestigio labrado durante años con el único fin de dejar libre de cargos y liberar al entonces todavía presidente de la Comunidad. ¿Qué ha pasado para que no se hayan cumplido los augurios de tan ilustres expertos? ¿Acaso la cerveza de aquella mañana no estaba lo suficientemente fría y el juez se enfadó? ¿O quizás otro día se encontró con otro politico, esta vez de la oposición, y además de la caña le convidó también a una marinera? Váyanse ustedes a saber. Lo que es seguro es que estos listillos que se dedican a dar lecciones desde los platós y las redes sociales continuarán, sin pudor alguno, sembrando sospechas sobre la integridad ética de las personas, incluso la de jueces y fiscales, profesionales estos que han superado una carrera y una oposición que la mayoría social de este país, tan apelada en estos tiempos, sería incapaz de afrontar (al menos, yo no podría). Cree el ladrón que todos son de su condición. Y quienes piensan que un trabajador va a darle una patada a su deontología por complacer sus ideas políticas es porque ellos sí serían capaces de hacerlo, pues su sectarismo político está por encima de cualquier cosa, incluso de su propia vergüenza. Así que dejen en paz a la buena gente que solo pretende hacer bien su trabajo. Y tómense más cañas, con gente de derechas, de izquierdas y de centro. Sienta muy bien.