El otro día me acordé de él. Ya habrán visto ustedes lo del Parlamento Europeo. Una sesión donde tenía que haber 750 tíos y a la que acuden 30. Junker se puso histérico y con razón. Vaya banda y qué bien viven. Y yo pensé: ¿será Valcárcel uno de los 30 que asistieron? Me acordé de una conversación con tres amigos, tras un partido de pádel y en torno a unas cervezas. Salió el tema de lo mal que estaba la región: el aeropuerto fantasma, los regantes a punto de echarse a la calle, el Mar Menor, el AVE por Alicante y pasando por el salón de los pobres vecinos de la orilla de la vía... En fin, un panorama desolador. Y entonces dijo un amigo: «Y encima, Valcárcel, dijo que se iba sin rencor y sin mirar atrás, ¡con lo que nos ha dejao aquí!». La carcajada fue general, claro. Sin rencor. Sin mirar atrás. La verdad es que reímos por no llorar. Y es que, amigos, el legado post Valcárcel es terrible, FER lo tiene realmente difícil. Este hombre se fue a Bruselas y nos dejó esta situación, tremenda. Y encima, como dice mi amigo, tuvo el empacho de decir que se iba sin rencor. ¿Rencor? Rencor deberíamos tener nosotros de cómo dejaste esto, Ramón Luis. ¿Sin mirar atrás? Lo entiendo. Yo, en su lugar, tampoco miraría atrás. No me sentiría orgulloso. Seguiría disfrutando de ese chollazo que es ser parlamentario europeo. Unos tíos que viven a cuerpo de rey y que, encima, hacen novillos. ¿Estaría Ramón Luis entre los sufridos treinta?

Abrazote chillao.