La derogación del trasvase del Ebro, hace ahora trece años, no solo condenaba al Levante a una sequía endémica, sino que establecía la definitiva politización de la obra. Las tres medidas con que Zapatero inauguró su mandato tuvieron el efecto de politizar tres áreas que no deberían haberse enlodado en el fragor partidista. La derogación sumarísima de la ley educativa de los populares y la ley que vino a sustituirla, la LOE, hicieron de la educación materia candente de contienda y estrategia. El PP no votó la LOGSE, pero, a sabiendas de que se trataba de una alteración irreversible, había colaborado fielmente en su aplicación. En algunas de sus Comunidades podría decirse que con impensada fruición. La retirada unilateral de las tropas de Irak sirvió de aviso de que ni la política exterior, reducto de estabilidad y continuismo, quedaría a salvo de la zarpa partitocrática. El trasvase había sido posible hasta el mismo momento de su fulminación, pues CiU había dado el visto bueno.

La derogación rompía unas hostilidades que no existían, pues se había alcanzado un amplio acuerdo. No venía a suponer una posible solución, de entre varias legítimas, a un problema: lo creaba. Pero a Zapatero le salían las cuentas. Con la derogación del trasvase se sacrificaba Murcia y Valencia, pero, a cambio, se apuntalaba definitivamente Cataluña. Se entregaba un alfil, pero se cobraba la reina. La reina de la gobernación plácida aun en régimen de aritmética variable y la victoria electoral revalidada.

La derogación marcaba un punto de inflexión que tal vez nunca seamos capaces de revertir; el debate en torno al trasvase ya nunca será un debate sobre agua, sino sobre votos. Es menester oponerse al trasvase para reivindicarse aragonesista reconocido. No hablemos de catalanista. Un tanto sucede en la Castilla vecina con el trasvase del Tajo. Entre tanto, además, nuevas prioridades se han abierto paso: AVE para todos.

Los regantes han confesado sentirse víctimas de la mayor estafa electoral del país. La hipérbole se disculpa por el dramatismo de la situación. Pero ellos mejor que nadie conocen la historia. En Aragón y La Mancha hay consenso contra los trasvases; es cosa que, tristemente, debemos dar por descontada. Pero en Alicante y Murcia no hay consenso semejante a favor. Y ellos mejor que nadie saben quién falta en esa foto. No está de más hacer balance ecuánime antes de dar por acabado un idilio.