Dado que tengo una familia numerosa, que poseo estudios y la experiencia que proporcionan los casi cien años que llevo sobre mis espaldas, me creo en condiciones de dar aquí una serie de pautas que puedan servirles a más de uno, sobre todo a los padres, en estas fechas cruciales cuando los nenes y las nenas han acabado en sus colegios e institutos y se encuentran libres de la terrible opresión de los profesores y de las estrictas reglas de los centros educativos donde, por ejemplo, no se pueden fumar porros en el patio o tener conectado el móvil durante las clases, crueldad esta última solo comparable al martirio de algunos santos, bien sea el asado en parrilla, o las flechas sobre el cuerpo desnudo.

En primer lugar conviene resaltar que pueden darse dos casos con respecto a los resultados académicos de los chicos/as: que hayan aprobado todo o que les haya quedado algo pendiente para septiembre. Si están en el segundo, conviene tener claro que no se puede estrellar adolescentes contra la pared porque está prohibido por la ley. Se impone entonces la conversación calmada, las preguntas sensibles, como: «hijo mío, ¿por qué no asistías a las clases de Física y Química?, ¿dónde te metías?, ¿quién es esa Mari Trini que te llama a todas horas?», etc. etc. De todos modos, le haya quedado lo que le haya quedado, creo que es aconsejable que ellos desconecten al menos un mes y tengan vacaciones a cambio de la promesa de que en agosto se dedicarán seriamente a preparar las recuperaciones correspondientes. No suele dar resultado meterlos en una academia de inmediato porque no tienen motivación alguna y puede ser una pérdida de tiempo.

Si los muchachos han cumplido y han aprobado lo suyo, conviene ir pensando que algún curso de algo puede venirles muy bien, quizás un deporte, o una inmersión lingüística, si se tiene pasta para pagarla. En cualquier caso, alguna obligación, por pequeña que sea, es conveniente, sobre todo porque no estén dos meses tirados en los sofás con el móvil en la mano. Si son adolescentes, es muy probable que ella les pida permiso para irse unos días a casa de su amiga Juanita, que está veraneando en Mar de Cristal, y que él quiera pasar el fin de semana con su compañero de curso en La Manga. A todo hay que decirles que sí, aunque sepan que puede ocurrir cualquier cosa, entendiendo por 'cualquier cosa' un botellón con final feliz, o un inolvidable primer amor, seguido del segundo y del tercero, todos en el mismo verano, y todos igual de inolvidables.

Si se trata de niños más pequeños, hay que hacer todo lo posible por conseguirles un poco de contacto continuado con la naturaleza porque les sienta de maravilla. Es curioso cómo llega un niño, pálido y ojeroso a la playa, o al campo o la montaña, a principio de sus vacaciones y cómo se va cuando acaba: moreno y curtido por el sol, el aire y el ejercicio físico. Ya sé que no está al alcance de todo el mundo, pero, si les es posible, no dejen de hacerlo. Es una inversión en salud y en alegría, en que olviden que existen las aulas cerradas, los cuadernos y los libros, los aburridos ejercicios de sumas, restas, las búsquedas de ríos en un mapa, el tener que escribir una redacción sobre cómo ha pasado la Navidad, o hacer un dibujo de la familia en el que se va a ver enseguida que a quién más quiere es al perro.

Y, si son universitarios, dejarlos a su bola porque ellos llevan sus cosas a su manera: ahora me presento a este examen, ahora no me presento; ahora estudio, ahora me voy de marcha; ahora me hago un tatuaje en el codo, ahora me lo hago en el glúteo; ahora me intereso por una ONG, ahora me voy de Erasmus a Finlandia. Lo importante es que estén metidos en la carrera. Cuando la acaben es otro tema, pero, en cualquier caso, que sean felices es lo más importante de esta etapa, porque luego ya vienen las responsabilidades.

Una detrás de otra.