Siempre habíamos creído que el PSOE, a lo largo de su larga historia, había sido un partido de izquierdas. Quizás porque fue un partido que dignificó en este país la sanidad publica, poniéndola a la cabeza del resto de los países europeos. Posiblemente porque fue un partido que con su política de becas hizo posible que miles de ciudadanos españoles, con pocos recursos, pudiesen acceder a la Universidad, cosa impensable hasta ese momento. Probablemente porque fue un partido que implantó las pensiones no contributivas, cuando en este país miles de ciudadanos se quedaban en la indigencia cuando las fuerzas le impedían continuar trabajando y no habían cotizado a la seguridad social. O acaso porque puede presumir de haber conseguido poner a España a la cabeza de la lucha por los derechos civiles de los ciudadanos.

Logros conseguidos, sí, por un partido de izquierdas. Pero miren por donde, resulta que ahora, según los dirigentes de Podemos, la izquierda son ellos (de IU nunca más se supo) y mientras tanto Sánchez, con esa manera suya de estar y no estar. De ser y no ser. De decir y no decir, y desdecirse si es necesario, muestra su incapacidad para recuperar el discurso de la socialdemocracia con cosas como ese 'girar a la izquierda' para ponerse, al parecer, a la altura de Podemos, cuando nosotros creíamos que era Podemos quien debería de ponerse a la altura del PSOE. Aunque solo fuese por la historia, por la experiencia, por lo hecho por unos y otros hasta ahora.

Pero al parecer, no. Sánchez cree que la recuperación del voto joven solo tiene un camino, y ha elegido el peor. El de la inconsistencia podemita y el de los bandazos en las ideas que le quitan credibilidad y fuerza a su discurso porque, por ejemplo, no es posible que un partido de gobierno como el PSOE después de largo tiempo de debates y discusiones en el Parlamento Europeo hoy se manifieste 'cantinfleando' con un tema tan importante como el tratado de libre comercio UE-Canadá, que defienden los socialistas europeos. Porque esa 'abstención razonada' del PSOE a dicho tratado, tendrá que explicarla muy bien cuando, hasta ahora, decían todo lo contrario. Tendrán que echar mano de sesudos y contundentes argumentários para que los desconcertados ciudadanos puedan comprenderlo porque, haciendo nuestras las palabras de Pierre Moscovici después de reunirse con Sánchez, tras el repentino cambio de postura del PSOE respecto al trato de la UE-Canadá, «la clave no está en ser más o menos de izquierdas sino en ser más o menos creíble». Y alguien de los que rodean a Pedro (tenemos la sensación de que no le dicen que va desnudo) debería hacerle comprender que cuando un político pierde la credibilidad comienza a percibirse su inconsistencia.

Decía Sánchez en una entrevista que no era la misma persona de hace dos años. Y creíamos que habría aprendido algo del tiempo pasado entre su dimisión y su elección como secretario general del PSOE, pero tenemos la sensación de que no repasó nada. Está perdiendo tanto tiempo, otra vez, en escuchar los cantos de sirena, de él mismo, imaginándose en la Moncloa con la ayuda de los que antes ya le dijeron que no, que, al parecer, ha olvidado que un líder no puede serlo si no es capaz de conseguir la unidad de su partido y el regreso al camino del funcionamiento como tal. Está tan obsesionado con demostrar sus dotes de 'hombre de Estado' en las conversaciones con Iglesias y Rivera, que no es capaz de ver lo que está ocurriendo, pongamos por caso, en el PSC, porque ya han pasado de conseguir eso de la 'plurinacionalidad' a manifestar algunos alcaldes y cargos socialistas catalanes que están dispuestos a ceder espacios para la anunciada votación de octubre manifestándose de acuerdo en que sus ciudadanos voten. Y mientras tanto, se nos dice que en los Ayuntamientos que gobierna el PSC no se violará la legalidad. ¿Se dará cuenta Sánchez de lo peligroso que es este juego?