Espeluznante. Así podría definirse la sensación que le provoca al común de los mortales la visión de cómo ha quedado el ficus de Santo Domingo tras la salvaje poda a la que ha sido sometido por parte de los servicios municipales de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Murcia. Los vecinos de la emblemática plaza no dan crédito a lo que ha ocurrido. Si atónitos se quedaron cuando cayeron las doce toneladas de ramas sobre el pavimento, también atónitos están ahora, sobre todo, al percatarse de que la motosierra hizo acto de presencia unas horas después de que se produjeran los desprendimientos. ¿Tan rápido se evaluó lo ocurrido y tan rápido se tomó la decisión de desmocharlo hasta convertirlo en un bonsái? Estas preguntas y otras más agresivas son las que les vienen a la mente a todas aquellas personas que residen en la zona o que, en mayor o menor medida, consideraban al árbol como un emblema de la ciudad.

Da que pensar esa velocidad en las actuaciones municipales y provoca otra interrogante, que ronda por más de una cabeza. ¿Habrá sido la dejadez la causante de los desprendimientos masivos de ramas o será la vejez o edad del ejemplar otra de las causas, como ha apuntado algún técnico municipal?

Para una parte del vecindario de Santo Domingo esa pregunta es retórica porque para ellos la primera hipótesis es la acertada. Echan mano para justificar su opinión a los informes que hace 17 años se pusieron encima de la mesa, una fecha que no es elegida al azar. En 2000, una gran rama cayó y mató a un hombre. En ese momento, se hicieron públicos los estudios que el Ayuntamiento había llevado a cabo en 1999, suscritos por los peritos que chequearon el árbol y que ya escribieron su sentencia, una sentencia que al parecer no era legible para los mandatarios municipales, que no entendieron nada. Quizá no quisieron entender lo que esos expertos, algunos de ellos llegados de Barcelona, dijeron.

Básicamente, hicieron hincapié en que el ficus es un ejemplar «vivo que crece y expulsa ramas, que después se debilitan y se convierten en un peligro potencial», aludiendo claramente a la necesidad de una vigilancia constante y a unas podas regulares. Transcurridos más de tres lustros, el tiempo indica que se hizo oídos sordos en algunos periodos de la era Cámara y que la caída de ramas ha sido algo recurrente en Santo Domingo y también en otros ficus de la ciudad.

El Gobierno local actual ha cogido la motosierra sin dar ningún respiro a la reflexión ni oportunidad alguna de conocer en profundidad las causas y las soluciones a aplicar en un momento delicado de la vida del ficus. Tampoco se sabe cómo reaccionará el ejemplar, que ha pasado ya la centuria con dos muertos a sus espaldas (el hombre fallecido en 2000 y otro vecino que perdió la vida bajo sus ramas en 1958). Dicen que el tronco está podrido y solo el devenir del tiempo dirá si va a sobrevivir o no. Y qué pasa con el resto de ficus del casco urbano, que también han ido dando avisos. ¿Serán sometidos a podas como el de Santo Domingo o están en perfecto estado de salud, tal y como dijeron del ficus centenario? Y la pregunta del millón que se hacen los vecinos de la zona, ¿tienen credibilidad aquellos que dijeron que todo estaba bien y ahora, sin embargo, han aconsejado la espantosa mutilación del emblemático árbol? No hay respuesta para ello de momento. Por nadie pase.